En una reciente entrevista para el diario The Guardian, el director austriaco Michael Haneke fue cuestionado sobre los temas de su más reciente cinta, Happy End (que pasó sin pena ni gloria en el pasado Festival de Cannes) de la cual muchos hemos dicho que se trata de un greatest hits de su ya vasta filmografía.

“Es siempre la misma mente, el mismo cineasta detrás de esta películas, así que es normal repetirse. Este reproche se lo han hecho a grandes cineastas como Bergman, Cassavetes o Kubrick, todos han sido acusados de tratar con temas similares una y otra vez. Como autor, tienes que lidiar con el horizonte que conoces, de lo contrario solo produces clichés ".

Pero por lo menos para quien esto escribe, no se trata de un reproche, al contrario; en todo caso provoca emoción para los seguidores de la filmografía de Haneke reconocer en este filme un catálogo de sus temas, filias y fobias.

Situada en la ciudad francesa de Calais, con la crisis migratoria como fondo, la película es una ventana hacia los problemas de los Laurent, una familia burguesa en plena crisis. Anne (Isabelle Huppert) es la exitosa dueña de una empresa constructora que recientemente ha sido demandada por un accidente ocurrido en una obra. Divorciada, es madre de un hijo ya grande que dista mucho de la clase y el porte de los demás miembros de la familia.

Después tenemos a Thomas (Mathieu Kassovitz), hermano de Anne, médico de profesión, casado en segundas nupcias con Anaïs (Laura Verlinden). Luego está el patriarca, Georges Laurent (Jean-Louis Trintignant), viudo, de edad avanzada, que ya sólo anda mediante una silla de ruedas y que aunque todos viven en la misma casa se mantiene aislado de sus hijos.

El ingrediente que sirve como vínculo narrativo entre nosotros y esta acaudalada familia es Eve (Fantine Harduin), la hija de Thomas con su primera esposa quien ha sido hospitalizada por una sobredosis de somníferos. Con su celular (como toda buena pre-adolescente) graba todo, desde la odiosa rutina de su madre, hasta al hamster mascota cuando le da de comer los calmantes de su mamá.

Eve es el silencioso testigo del lado B de esta familia que presume cultura, civilidad y abolengo (como casi todas las familias del universo Haneke): los desesperados intentos de Anne para evadir una demanda mayor producto del accidente laboral, las pláticas lascivas pero pueriles del infiel crónico de Thomas quien va en ruta directa hacia su segundo divorcio a juzgar por los chats sexosos que sostiene con una amante, la ridícula displicencia del hijo de Anne quien reniega de la cuna de oro en la que habita, único que voltea a ver el mundo exterior y sus injusticias pero cuyas resoluciones rayan en el show estúpido de un pobre niño rico (la escena rumbo al final donde, sin avisar, invita a unos migrantes a una importante cena con su familia).

Haneke, ¡qué noticia!, no es complaciente con el espectador, entrega instantáneas de esta historia mediante cortes abruptos que escamotean la información, por lo que tendremos que ser nosotros, el público, quienes completemos la imagen en nuestra cabeza. Y es justo en este juego de armar en el que poco a poco se van haciendo reconocibles los temas clásicos de la filmografía de Haneke: ahí anda la cámara de Caché ahora en forma de celular, la determinación infantil de White Ribbon en la personalidad de Eve, el caos que irrumpe en el paraíso burgués de Funny Games, y hasta una emocionante referencia a Amour, misma que sugiere la existencia de un Universo Cinematográfico de Haneke. Háganse a un lado Avengers, aquí viene un tipo verdaderamente rudo.

Y es justo en esa inesperada liga con Amour en el que se revela el Happy End al que se refiere la cinta. La extraña complicidad entre Georges e Eve, ambos conectados por una fuerte pulsión hacia al tanatos, es también la lucidez con la que ven y juzgan el entorno. Para ambos la muerte no es tragedia, es solución.

Esto es lo más cercano que Haneke ha hecho a una farsa. La estructura que elude toda convención y explicación, los personajes a los que una y otra vez se les niega lo que quieren, y ese final, caótico, terrible a la vez que hermoso. Haneke ríe, como buen monstruo.

-O-

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