De corazón valiente. Así es la luchadora Hera y la frase es más que un adorno al momento de presentarla camino al ring. En realidad lo ha sido desde que eligió ser gladiadora.

Una enfermedad silenciosa que hasta hace poco le fue diagnosticada, era un rival invisible que la llevaba al cansancio de manera inusual. La 'tortura' del dolor durante los entrenamientos no ha desaparecido, convive con ella en cada maroma, en cada castigo y lance que intenta. También la acompañó a conquistar el campeonato de la empresa femenil WWS.

"Aún no me la creo", acepta. Pero también reconoce que se ganó cada una de las oportunidades hasta llegar al trono.

"Siento que desde la primera vez demostré que tengo algo que me puede llevar a lo más alto. Es increíble ser parte de esto. Ha sido una bendición que haya una promotora femenil que crea en nosotras".

Ahora, con el fajín en su cintura, no hay atajos para continuar, y sí, más responsabilidad para honrarlo. "Si antes no paraba de entrenar, ahora menos lo haré. Tengo una enfermedad que me provoca muchos dolores, a veces he pensado en no seguir y cuando llegó esta oportunidad fue una motivación grande, así que ahora más que nunca voy a soportar los dolores para seguir entrenando y exponerlo contra grandes luchadoras".

Y si acaso intenta claudicar, en casa le recordarán que está prohibido hacerlo. Son valientes por naturaleza. "Vengo de una dinastía muy valiente. Decidí ser luchadora desde el momento en que veía a mi papá (El Valiente) cuando se iba a las funciones. En la escuela me hacían 'bullying' porque mi papá pesaba más de 120 kilos, pero vi cómo se posicionó y ahí se fortaleció mi sueño de ser luchadora".

Pero su padre, a pesar de profesar la técnica sobre el enlonado, es algo rudo para obsequiar aplausos. "Me felicitó, me dijo que me lo he ganado pero que eso implica mucha responsabilidad para seguir preparándome. Él desde que bajamos de luchar nos dice los errores, es muy exigente, nos ha hecho llorar. Tengo la fortuna de tenerlo como maestro, al igual que a los profesores Pierrothito, Último Dragoncito y Polvo de Estrellas".

Faby Apache y Tiffany fueron su inspiración infantil, hoy, con poco más de veinte años, no olvida sus inicios, cuando tenía 15 y recibió las primeras lecciones del maestro Virus. Un mundo del que se alejó por problemas personales, pero al que volvió para prepararse cerca de cinco años en busca de su debut profesional. Hace casi dos, el 21 de diciembre de 2019.

El más feliz entonces fue su padre. Aunque sacarle el sí requirió mayor esfuerzo. Podía entrenar pero no luchar hasta que terminara sus estudios. "La verdad es que no soy muy buena para el estudio, era un caos en la primaria porque me la pasaba peleando con los niños. Estudié cultura de belleza y ahora acupuntura". Con eso bastó. "Solo me dijo que esto era de constancia, disciplina y amor por la lucha libre, sobretodo de respeto. Ha sido difícil porque la gente espera el estereotipo de una chica delgada y bien portada, soy una persona muy distinta al resto y mi carisma me distingue de todas".

Una ruda con carisma, así se define. Una chica que admite que sin la máscara tal vez no estaría en la lucha libre.

"Nunca me vi sin una máscara, significa darle vida a un personaje, con ella no me da miedo hacer muchas cosas y me da confianza, no me da vergüenza nada cuando la tengo puesta", sentencia.

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