La vida de Erika cambió hace ocho años cuando el sueño infantil que se fraguó en Ciudad Victoria , Tamaulipas, alcanzó el cuadrilátero para convertirse en Heroína. Una esteta distinta, a quien la lucha extrema eligió como una de sus súbditas preferidas, y quien desde entonces, ha poblado su piel con cicatrices, marcas de guerra que la fortalecen.

Sus rivales suelen ser mujeres, pero en realidad, disfruta más medirse con los hombres, esos que no les dan espacio a las féminas en los vestidores y en las arenas. “Cuando los enfrento sé a lo que voy, se trata de ser inteligente, buscar un modo para vencerlos.

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Es complicado, la discriminación está ahí, eres mujer y vas en la primera o segunda lucha, desde que te estás cambiando, al convivir con algunos compañeros, hay que mantener el respeto porque por el tipo de personaje que manejo, es muy común que se preste a cosas que no son. Pero aprendes a lidiar con todo eso, no es algo que vaya a cambiar y es parte de la lucha".

Sin darse cuenta, ha creado un personaje que a veces, se le va de las manos, algunas de ellas, a propósito, “arriba ven a una luchadora que nada le importa, que coquetea con la afición, pero en cuanto me retiro el maquillaje, guardo mi equipo y salgo de la arena vuelvo a ser una mujer normal, tranquila, todo lo opuesto a Heroína".


Esa chica que hasta hace no mucho trabajaba en una oficina y se daba tiempo para ir a la escuela, pero que tuvo que decidir y ver la lucha a largo plazo. “Dejó de se un 'hobby'. Antes no estaba centrada en la lucha, pero con el apoyo de la afición y las oportunidades decidí hacerlo de un modo permanente, más grande. Y es que yo ya soy heroína, me ha costado sacrificar mi vida familiar, perderme de todo, el esfuerzo por darle vida a ella lo merece, eso me hace distinta a las demás".

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En casa, la joven que no mide límites en el ring, es una mamá que valora cada momento con los suyos. “Es más duro ser mamá que luchadora, porque para ser luchadora entrenas y te preparas, para ser mamá no, lo ves de un modo por la educación que tuviste pero llegas a otra cultura y no sabes qué hacer, tienes que improvisar todo el tiempo, por supuesto que es más difícil ser mamá y aún más, ser mamá luchadora".


¿Y ser mujer? “Es difícil pero hermoso, aunque sé que todas las mujeres podemos, es cuestión de dejar de sentirte menos, no ponerte límites, barreras mentales y físicas, es cuestión de verlo de otro modo y echarle ganas".


AL EXTREMO

Ser luchadora ya es una aventura ligada al riesgo, pero ser luchadora extrema es un reto a la muerte que no tiene límites. “Para mi no hay límites. Es algo que disfruto, algo que me encanta hacer y la prueba es que soy doble campeona extrem. Preparada para más retos, quien sea".

De cara a cada cita con los alambres de púas, tachuelas y lámparas, la Heroína no es muy distinta a las demás, camina a la arena con su maleta, sin prisa pero decidida. "Te mentalizas a lo que vas, sabes que nos vas a salir igual de como entras, pero en cuanto empiezo a cambiarme todo cambia, ser Heroína y además, Heroína extrema es muy fuerte, debes estar muy concentrada en lo que vas a hacer, aunque a veces quiero que las cosas se salgan de control. Tienes que estar a las vivas porque así es la lucha extrema".

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La Heroína es su amiga de batallas, de depresiones, de momentos de soledad, que la lleva a conocer el país, la que le saca fuerzas cuando ya no las halla en ninguna parte. Aliada a ella soportó la pérdida de su incógnita y juntas salieron fortalecidas, “fue un momento muy duro, porque trataba de combatir una etapa de mi vida en la que prefería esconderme, literal, ya no quería que me vieran la cara, y dejar ir esa parte fue doloroso pero en la nueva etapa la gente me aceptó más. Cuando veo mis máscaras tengo sentimientos encontrados pero fue parte de la transformación".

Este domingo es 'Día de la Mujer', y la Heroína se quedará en casa, curándose las marcas de guerra más recientes, “las acepto y me dicen que no importa lo que pase, me voy a levantar, al día siguiente me costará trabajo hacerlo, pero cada marca que veo en mi cuerpo es una satisfacción para mi. En mi vida he vivido violencia como mujer, las cicatrices me dicen que si mi cuerpo va a sanar, mi mente también, mi corazón también y el alma también, las veo y sonrío porque significan haber ganado una batalla más".




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