Tras la controversia generada en redes sociales por una chamarra inspirada en la apariencia que Joaquín Guzmán Loera tenía al momento de su primera captura en 1993, el diseñador mexicano Víctor Barragán habló en exclusiva para EL UNIVERSAL sobre las motivaciones, la lectura crítica detrás de la pieza y los cuestionamientos éticos que surgieron tras su lanzamiento.
El lanzamiento de la prenda encendió una discusión inmediata en redes sociales, donde usuarios cuestionaron los límites entre el arte, el marketing y la posibilidad de glamurizar indirectamente al crimen organizado.
Señalaron que la marca “había cruzado una línea ética” al convertir una imagen asociada con la violencia del país en un objeto comercial. Dentro de ese debate, Barragán decidió responder de manera directa en esta conversación, explicando que la pieza forma parte de una investigación conceptual más amplia sobre cómo consumimos imágenes relacionadas con la violencia.

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Un análisis sobre cómo se construyen los símbolos visuales
Durante la entrevista, Barragán explicó que lo que lo motivó a crear una chamarra inspirada en la detención de Guzmán Loera no fue el personaje, sino “cómo la imagen se convirtió en un producto mediático”. Añadió: “Vivimos en una época donde la violencia circula en redes sin filtro, sin contexto, sin responsabilidad y en muchos casos transformada en propaganda. Esa fotografía terminó integrándose al consumo visual cotidiano, casi como un elemento pop.
Como mexicano, me interesa observar cómo se construyen estos símbolos y cómo lo mexicano suele explotarse sin reflexión. La pieza nace desde el análisis intelectual. Me interesaba cuestionar esa transformación, no estetizarla. Y en este momento histórico, donde lo exotizado se consume de inmediato, hablar de México también implica reconocer que la violencia forma parte de nuestra realidad cultural”.
Al preguntarle si la chamarra busca ser un comentario social, una provocación estética, una ironía cultural o simplemente marketing, el diseñador fue contundente: “Es un instrumento crítico. Mi trabajo no busca ofrecer soluciones ni salvar vidas. El arte no funciona desde la utilidad inmediata. Trabajo para abrir diálogos y activar pensamiento. La pieza reflexiona sobre cómo la narrativa mediática normaliza, recorta y edita la información hasta generar mitologías y figuras que consumimos con naturalidad. La provocación no busca escándalo, sino despertar una lectura más consciente”.

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La pieza incluye un detalle que ha generado interpretaciones diversas: un forro con una mancha roja que simula sangre. Sobre ello explicó: “La mancha funciona como una interrupción visual. No pretende embellecer nada, sino recordar que toda imagen mediática es una construcción. No es glamurización. Es un gesto crítico. En redes sociales la violencia aparece constantemente sin censura, sin contexto y sin reflexión. Incluí ese elemento para que la prenda no pudiera percibirse como algo neutro. El arte no existe para suavizar lo incómodo, sino para enfrentarlo”.
Entre la crítica y la lectura pública de la violencia
La acusación más recurrente en redes fue que la chamarra hacía apología del narco. Barragán respondió: “Mi trabajo no glorifica a nadie. Reflexiona sobre cómo las imágenes se transforman en cultura pop a partir de narrativas mediáticas. El caso del Chapo es un ejemplo. Más allá de la figura real, se convirtió en un personaje construido desde múltiples miradas, especialmente la norteamericana, y monetizado como parte de una identidad mexicana que se interpreta de manera positiva o negativa según el contexto. Mi práctica es conceptual y analiza el sistema de representación, no al protagonista. La verdadera apología está en cómo consumimos imágenes violentas de forma constante sin cuestionarlas y las agregamos a nuestro archivo visual como si fueran neutrales”.
Sobre cómo encaja esta prenda dentro de su trayectoria, el diseñador explicó: “Siempre he trabajado desmontando símbolos y cuestionando la expectativa de que un artista mexicano debe producir una identidad mexicana empaquetada, decorativa y fácil de consumir. Esta pieza continúa esa línea de investigación. Me interesa analizar cómo se construyen los códigos visuales y cómo operan entre la realidad, la ficción y la narrativa mediática. No se trata de un exceso. Se trata de una postura crítica clara y precisa”.
Barragán también habló de lo que espera generar en quien compra o usa la prenda: “No busco transmitir mensajes morales ni transformar vidas. Soy artista y mi trabajo parte del intelecto. Si la pieza provoca una pregunta sobre lo que consumimos en redes, sobre cómo se construye lo mexicano o sobre cómo la violencia se convierte en entretenimiento, entonces ya cumplió su función. El arte no sana. El arte abre espacio para pensar”.

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Sobre la posibilidad de realizar más piezas similares, aclaró: “No deseo convertir esto en una fórmula ni en una estética centrada en el narco. Lo que me interesa es seguir investigando cómo operan las imágenes dentro de nuestra cultura y por qué lo mexicano es tan explotado visualmente. También me interesa entender cómo ciertas narrativas se simplifican para hacerlas más consumibles a nivel global. Si retomo temas similares, será desde nuevas preguntas y no desde la repetición. Mi práctica es más compleja y responde tanto a mis vivencias como a un análisis continuo de la condición humana”.
Finalmente, al cuestionarlo sobre si teme represalias del crimen organizado, respondió: “No, porque la pieza no celebra a nadie ni toma partido. Examina cómo las narrativas mediáticas construyen mitologías, no la figura real. Lo realmente peligroso hoy no es un diseño, sino la forma en que creemos sin cuestionar todo lo que vemos en pantalla. Mi trabajo apunta hacia esa necesidad de mirar dos veces, de investigar por nuestra cuenta y de entender siempre el contexto y el tiempo en el que se producen las imágenes. Esa es la conversación que me interesa abrir”.
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