Hubo muchas sombras de duda sobre este encuentro, pero lo que se vio deja en claro que se trató de una reunión diplomáticamente bien ejecutada, en la que destacaron las labores de planeación y coordinación realizadas por el canciller Marcelo Ebrard, la embajadora Martha Bárcena y en sí por el trabajo del personal del servicio exterior mexicano que se esforzó para que todo saliera bien.
Se dijo que la visita del presidente mexicano a la Casa Blanca serviría a Donald Trump para sus fines electorales, atrayendo el voto hispano y dejando en el resto del electorado estadounidense una imagen que trata de borrar sus posturas agresivas hacia México.
Lo expresado por el presidente López Obrador en Washington y las palabras de reconocimiento a Donald Trump pueden ser interpretados como un voto del gobierno mexicano por los republicanos, con los que mantiene la esperanza de seguir haciendo sinergia en lo que resta del sexenio.
Hay que reconocer que también el presidente Trump se comportó a la altura y pudo hacer a un lado sus posiciones personalistas y negativas que han manchado la relación con otros jefes de Estado a los que ha recibido.
También resalta el óptimo trabajo diplomático hecho desde México para llevar a buen puerto el encuentro entre los dos mandatarios, en el que queda el sabor de que hay una buena relación o que por lo menos se ha logrado limar las asperezas que caracterizaron el agresivo inicio de la presidencia de Trump.
Sin embargo, el aspirante presidencial demócrata Joe Biden le recuerda a AMLO que el presidente Trump comenzó su campaña llamando violadores a los migrantes mexicanos, apuntando su índice sobre ellos y achacándoles gran parte de los males de Estados Unidos y ejerciendo un asedio sobre ellos con el objetivo de expulsarlos, incluso construyendo un muro contra ellos con el dinero de los contribuyentes estadounidenses.
En tanto que Tom Perez, presidente del Comité Nacional Demócrata, deplora que Trump se atribuya el T-MEC cuando fueron los demócratas los que lo defendieron y entendieron su utilidad, mientras que aquél tildaba al acuerdo de “desastre”.
Tal vez el presidente mexicano y su equipo no deberían desatender a la contraparte política de los republicanos y tratar de equilibrar las pesas en la balanza de sus apuestas en política exterior, pues las cosas siempre están en posibilidad de dar un giro inesperado. Por lo pronto, AMLO apostó con las cartas abiertas.