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Chilpancingo, Gro.— En Guerrero, los policías estatales están en medio del fuego casi a diario. En lo que va de 2018 han sido asesinados 33 elementos de distintas corporaciones ya baleados, o sorprendidos en emboscadas, o han desaparecido en manos de grupos de la delincuencia organizada, e incluso han aparecido desmembrados.

En abril pasado se dio el ataque contra policías más grande registrado. En esa ocasión, cuando regresaban de custodiar una comunidad en la sierra del municipio de Petlalan, en Costa Grande, seis policías estatales fueron emboscados por un grupo armado. Los agentes no tuvieron tiempo de nada. Los balearon y cuando los tenían sometidos les dieron el tiro de gracia.

Días después se difundió un video del momento justo cuando ultimaban a los agentes. Los armados decían que habían asesinado a los uniformados porque minutos antes agentes y militares habían matado a unos de sus compañeros.

Sin embargo, esa historia no concluye para los familiares, pues hasta hace un mes aún no podían cobrar la indemnización y otras prestaciones que les corresponde por ley, debido a las trabas burocráticas, lo que ha hecho más largo el martirio de perder a su querido.

El silencio se ha apoderado de las familias de los agentes, pues temen a la reacción de los grupos criminales y a que se frene más el pago que por ley les corresponde.

Otra muestra del riesgo que padecen los uniformados en Guerrero se presentó en noviembre pasado, cuando el coordinador de la Policía Estatal en la región norte, Domingo Tlaltempanapa Vázquez, fue levantado al llegar a su casa, en el municipio de Tixtla. En el lugar, ya lo esperaban hombres armados, quienes se lo llevaron y dos días después fue encontrado desmembrado en Chilpancingo, a unos metros del palacio de gobierno.

Tlaltempa Vázquez tenía a su mando a los cuatro policías que custodiaron a la brigada de la Cruz Roja que fue atacada en la comunidad de San Juan Tenería, en Taxco, cuando entregaban ayuda; en el lugar murieron tres agentes con el tiro de gracia.

En Chilapa, el crimen organizado asesinó al secretario de Seguridad Pública, Abdón Castrejón, cuando vigilaba una fiesta tradicional, y al comandante Isidro Casarrubias Tlaltempa. A este último lo secuestraron y después apareció desmembrado en Chilpancingo.

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