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Tlahuelilpan, Hgo.— En el camino hacia su última morada en el panteón municipal, Mario Reyes se cruzó nuevamente con César Jiménez y Misael Contreras, quienes también murieron en la explosión del viernes pasado en San Primitivo.

El lento andar de la camioneta fúnebre, que inició poco después de las 11 de la mañana del domingo, fue marcado por el paso de la gente, los rezos y los sollozos.

La avenida Reforma, en el centro de Tlahuelilpan, se detuvo. Mario fue uno de los 85 muertos que dejó la explosión de una toma clandestina en un ducto de Pemex.

Mario Reyes, César Jiménez y Misael Contreras estuvieron en San Primitivo la tarde del viernes. Los tres fallecieron ese día y ahora recorrían el mismo camino hacia el panteón.

“Se fue con su hijo y su yerno hasta donde la gente estaba recogiendo gasolina, los tres fallecieron, pero como nada más a él lo lograron identificar, ya lo vamos a enterrar y a esperar a que entreguen los otros cuerpos”, dijo Óscar, sobrino político de Mario.

La imagen dentro del templo fue una: los tres féretros frente al altar, con una imagen de San Francisco de Asís. Alrededor de ellos estaban sus seres queridos, y detrás una muchedumbre de fieles que por cariño, solidaridad e incluso curiosidad, abarrotaron el templo.

Tras la misa, los tres cuerpos llegaron al panteón de Tlahuelilpan. Antes, uno de ellos hizo una escala necesaria. César fue despedido con un aplauso en el último lugar donde trabajó, su autolavado.

Después de despedirlo en este sitio, el cortejo siguió. Mario y Misael fueron enterrados primero y César al final.

Hasta ayer, según informó el gobernador Omar Fayad, siete cuerpos han sido entregados. Todos fueron sepultados.

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