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“El caso de "Frida Sofía" fue muy decepcionante. Me decepcionaron mucho, porque yo no juego con las personas, porque ya tuve una pérdida”.

Víctor Serrano, de 23 años, no tiene piernas desde los cuatro por una enfermedad degenerativa y perdió a su hermano Dasaé hace meses. Tras el temblor del 19 de septiembre se enteró de que había una niña atrapada en el Colegio Enrique Rébsamen. Por eso salió de su casa en la unidad Jorge Briseño en Coacalco y llegó a Coapa. “Me decía mi mamá: ‘¿Cómo te vas a meter ahí?’, y yo le respondía: ‘No te preocupes, mamá, yo quiero salvar a esa niña y a todos los que se pueda’”.

Antes del sismo, Víctor estudiaba ingeniería en sistemas computacionales en la Universidad del Grupo Modelo, pero “pues ya no alcanzó [el dinero] para más”. En la emergencia por el terremoto y los posibles rescates que se darían en los próximos días, Víctor se puso un chaleco y un casco amarillo donde escribieron su nombre con un plumón negro; también se colocó unos lentes para protegerse del sol, y comenzó a levantar el mayor número de piedras regadas. Ahí esperó con sus dos primas, Michelle y Fer, hasta que rescataran uno a uno a los niños sepultados en la primaria, entre ellos a su “Frida Sofía”. Pero después se enteró que esa niña no existía: “Pero ellos son niños, por eso me dolió ese caso. Te deja impactado. No es posible que puedan jugar con eso. Porque uno que sabe cuál es el dolor de perder a un familiar..., es algo muy fuerte, pero también le echamos ganas porque no hay imposibles. Yo creo que mi hermano igual hubiera estado con nosotros al cien”.

Su hermano Dasaé tenía 18 años cuando murió y con él hacía de todo. Víctor, su hermano y sus primas solían dar donativos incluso en diciembre. Al temblar en la ciudad y al ver que varios edificios se derrumbaron, prepararon tortas, compraron víveres para llenar “la blanquita”, un carro en el que se transportan siempre. No sólo visitó el Colegio Rébsamen, también fue a Álvaro Obregón 286, donde un edificio de seis pisos colapsó con un sinnúmero de personas atrapadas dentro: “Nadie me ha puesto un hasta aquí. Hemos llegado y lo que hacen ellos yo lo hago: agarro la pala, escombros, cargo. Lo que sea, igual que ellos. Nunca me han limitado a hacer algo porque yo mismo no me limito a hacer las cosas”, afirma.

Incluso, cuando llovió por la tarde se colocó una bolsa en las piernas y siguió ayudando a los cientos de voluntarios como él. Después, al día siguiente, decidió que quería ir a Morelos. Víctor y sus familiares juntaron “toallas femeninas, cepillos, shampoo... echamos muchas cosas. Hubo despensas donde faltó, por ejemplo, jabón, porque ya no teníamos”.

Llenaron dos carros de donativos y llegaron a las 10 de la mañana a la zona del desastre. Víctor recorrió las calles deshechas, los terrenos que unos días antes tenían casas. Cuando los víveres se agotaron, Víctor sintió tristeza de no poder ayudar a más personas. “Me sorprende que en la CDMX están ayudando a miles y en Morelos a 30 o 40 personas... pero se les hizo la promesa de que íbamos a regresar y la vamos a cumplir”.

Al día siguiente, después de recuperarse de las pocas horas que durmieron y al no tener dinero para comprar gasolina, Víctor y sus primas pensaron que en Bellas Artes podrían hacer un show “jugar balón, correr, brincar, hacer algo, porque las paletas que vendíamos se las dábamos a los niños”. Pero tres horas después de mostrarle cartulinas a la gente y pedir donativos para los damnificados, sólo recibieron una sudadera. “La gente ya no cree que vamos a dar los víveres, pero la verdad es que no es suficiente”, comenta.

Sin embargo, aunque los transeúntes no les den víveres, Víctor ha documentado su travesía en los rincones más afectados de la ciudad y de Morelos para que la gente en redes sociales le ayude. Incluso, le regalaron una silla de ruedas, para que pudiera desplazarse, pero él se la dio a una niña pequeña. El jueves, al sólo tener 150 pesos en los bolsillos, Víctor y sus primas decidieron tomar unas escobas y barrer las calles en su voluntariado. “He leído un poco del temblor del 85, pero sí se tardaron en reconstruir. Yo sé que esto va a durar meses, y hasta que Dios nos dé licencia vamos a ayudar”, asegura.

Sin embargo, la labor de Víctor no termina: pide ayuda para llevar víveres a los estados del sur del país, una zona que resultó afectada por los sismos de septiembre. “Estamos solicitando ayuda para que alguien nos lleve a Oaxaca”. Y buscan recolectar, sobre todo, ropa para las personas que no tienen para cambiarse luego de perder su casa en los derrumbes. “México nos necesita”, dice Víctor.

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