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La sicóloga Elena Martínez Hernández pasa a la cama 5245 del hospital Magdalena de las Salinas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para preguntarle a Luis Alberto cómo amaneció y cómo sigue en su recuperación tras las lesiones que sufrió durante el sismo del pasado 19 de septiembre. Su rostro marca una sonrisa, sin embargo, llora.


El viernes pasado fue su último día de trabajo. Elena se jubilará, algo que ansiaba hace mucho tiempo, pero no ahora, cuando quiere seguir apoyando a los heridos del temblor en su recuperación sicológica.


“Estoy triste porque he trabajado por más de 30 años en el IMSS y de esos, 17 años aquí en este hospital y quiero seguir apoyando en la recuperación de los pacientes que nos han llegado después del sismo, pero ni modo, es hora de irme”, comenta a EL UNIVERSAL.


De estatura baja, con una personalidad amigable, Elenita agrega, mientras se despide de doctores, enfermeras y de pacientes, “si me pudiera quedar a seguir trabajando, me quedaba”.


En un pasillo de la clínica, vestida con su bata blanca, Elena señala que en las sesiones que ha tenido con los sobrevivientes del sismo que ha dejado 219 muertos en la capital, la mayoría de ellos se encuentran temerosos, pero al mismo tiempo con ganas de salir adelante y enfrentar este segunda oportunidad.


“Llegan muy temerosos por lo que vivieron en el temblor, con mucho miedo, pero a la vez, con muchas ganas de hacer frente al futuro. Ya piensan que van a hacer al salir. Algunos a seguir con su trabajo, otros a estudiar. Son como aves fénix, van a resurgir de entre las cenizas, dentro de los escombros para seguir con su vida”, dice.


Son las seis de la tarde, hora en que Elenita tiene que marcar su salida y colgar la bata, la cual vistió miles de días para apoyar en la recuperación de miles de pacientes. Ese es su consuelo, el haber apoyado a cientos de personas. “La vida sigue y hay que enfrentarla”, dice.

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