Enriqueta Basilio Sotelo

, quien en los Juegos Olímpicos de México 68 se convirtió en la primera mujer en encender la llama olímpica, aseguró que los días previos al inicio de los Juegos se les impidió salir de las concentraciones en el Centro Olímpico para no observar las manifestaciones y protestas estudiantiles que se desarrollaban en las calles de la Ciudad de México.

En una entrevista que este jueves aparece en la Gaceta UNAM , a un día de cumplirse los 50 años de la inauguración de los XIX Juegos Olímpicos , Basilio Sotelo detalló que para distraerlos, a los deportistas se les ofrecían actividades de recreación como ver películas o les organizaban bailes para evitar que se informaran del movimiento estudiantil de ese año.

“Estábamos en el Comité Olímpico y no nos dejaban salir. No había televisión ni teléfonos. No nos enteramos, estábamos entre la Defensa Nacional y el Campo Militar número 1. Era difícil informarnos de lo que pasaba en la calle. Supimos hasta después, porque no teníamos forma. Nos pusieron películas y nos llevaban música para que bailáramos en algún rato de recreación. La instrucción era que no íbamos a salir del Centro Olímpico o de la casa, los que vivían en el Distrito Federal. Después supimos por qué”, señaló.

Diez días antes de la inauguración, el movimiento estudiantil había sido reprimido en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco , Enriqueta Basilio Sotelo, en ese entonces una universitaria más del país, considera que hizo lo que debía, puesto que tenía otra responsabilidad.

“Yo era estudiante en Mexicali, aquí vine a entrenar, pero somos parte de esos jóvenes. Nuestra misión y responsabilidad era representar a México como atletas”, dijo.

Al recordar la forma en que encendió el fuego en el Estadio Olímpico México 68 , señala que ascendió los 90 escalones, saludó al mundo por los cuatro puntos cardinales y realizó el acto ritual.

“No sólo prendí el fuego olímpico, encendí el corazón de las mujeres. Me tocó ese privilegio como mujer, como representante de la mujer mexicana, como la mujer del mundo”.

En su recorrido para encender el fuego indica que llegó un momento en el que no escuchaba el estruendo del público, sólo se concentró en subir las escaleras y encender la llama.

“Mis padres estaban en la entrada. Mi mamá, muy nerviosa, yo creo que no me vio porque estaba rezando el rosario. Mi hermana tomaba fotos. Mi responsabilidad más grande era subir la escalera. Recuerdo a los compañeros, el saludo del Presidente, la curva de los 200 metros donde me bloquearon los deportistas que tomaban fotografías. Los niños scouts me abrieron el paso unos metros antes de subir la escalera y cumplí”.

jno

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