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Haber salido a la tienda en horas de trabajo fue la diferencia entre la vida y la muerte para la sobrina de Rubén.

Él es Rubén Vázquez, trabaja en las oficinas de la Secretaría de Turismo, sobre avenida Nuevo León, en la colonia Condesa, a unas cuadras del edificio que se derrumbó en la calle Álvaro Obregón y donde tres de sus familiares permanecen sepultados.

En el despacho contable Aguilera y Asociados, que estaba en el cuarto piso del edificio 286 de Álvaro Obregón, era en donde trabajaban cuatro familiares de Rubén. Sólo una sobrina suya salvó la vida, porque al momento en que ocurrió el sismo del pasado 19 de septiembre, ella había salido a la tienda.

Cuándo Rubén se acercó al lugar para buscar a sus parientes se encontró con una nube de polvo, caos y su sobrina llorando porque su hermana, Carolina Solorio Romero, de 25 años, y sus tíos, María del Pilar (Mapi) Solorio Pérez y Jaime Aguilera Rodríguez, de aproximadamente 57 años cada uno, no alcanzaron a salir del edificio.

“Yo venía seguido a saludar a mi prima y quise venir cuando me retiraba, porque había riesgo de que se cayera el edificio de Nuevo León y cuando me asomé, vi el desastre, una gran nube de polvo. Cuando me acerqué, me di cuenta de que era el edificio”, contó.

“Me encontré a mi otra sobrina que también trabajaba aquí, hermana de Carolina, estaba llorando y me dijo que los tres estaban adentro, que se habían quedado, que no habían podido salir. Ella, igual que yo, salió a comprar algo a la tienda y yo salí de mi oficina, porque fui a una comisión”, explicó.

Carolina es madre soltera de un pequeño de aproximadamente tres años, que actualmente está al cuidado de sus primas, puesto que sus padres han estado pendientes de las labores de rescate a las afueras de las oficinas de Álvaro Obregón.

A cinco días del sismo, Rubén reconoce que él sí espera un milagro y que sus familiares estén vivos.

“Yo le estoy apostando a un milagro, a la fortaleza individual de cada uno de mis parientes, a que resistan a pesar de que nosotros suponemos que no han tomado agua, que no tienen alimento, yo quiero suponer que a pesar de todo ahí están aunque estén lastimados o heridos”, comentó.

A diferencia de muchos, Rubén sí ha podido conciliar el sueño los últimos días; sin embargo, dice sentir el cuerpo adolorido como si hubiera trabajado mucho. Reconoce que él no está tan mal como están los papás de Carolina o los más allegados a Mapi, su prima.

En las últimas horas, los familiares de las víctimas en ese lugar han modificado en varias ocasiones las listas de quienes en un principio se dijo habían quedado bajo los escombros de ese lugar. En cartulinas, en mantas, libretas u hojas sueltas corrigieron el apellido de Brandon, agregaron el de Julio Molina, David Saúl López, Karen Nallely Flores, Ana Laura Méndez, entre otros nombres más.

Al iniciar el día, los rescatistas japoneses, israelíes y mexicanos seguían cerca de recuperar a las víctimas. Más de cinco toneladas de escombros se habían retirado de forma muy lenta para evitar que la familia de Rubén y de las más de 40 víctimas pudieran salir afectadas. La confianza es lo que prevalece en el lugar. Confianza y fe de que cada uno de ellos pueda ser rescatado con vida, heridos o lastimados, pero volver a estar entre los suyos.

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