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Ana María no vio hacia atrás hasta que llegó a la esquina de Puebla y Salamanca en la colonia Roma, no quería morir.

Una nube blanca cubrió la calle de Puebla, cuatro pisos del edificio con el número 282 se desplomaron. Era la hora de la comida, poco menos de la mitad de la plantilla del turno vespertino de los laboratorios del Centro de Control y Desarrollo Biofarmacéutico (Cenco) quedaron atrapados.

La ingeniera en alimentos nunca supo quién o quiénes salieron, sabía que tenía que ponerse a salvo, que tenía que llegar a casa, que estaba temblando y que el edificio en donde trabajó por 12 años se estaba colapsando. “Varios estaban en el comedor, en el cuarto piso”, afirma. Otros, como ella, aceleraron el paso en las escaleras, al tiempo que se escuchaba el tronar de las paredes. “Sentía que me caía”, relata.

Ana María Huerta nunca escuchó la alarma, pero sí la voz de su jefa, quien sin miramientos le ordenó abandonar el primer piso.

Afirma que ilusamente creyó que sólo la fachada se había colapsado, puesto que desde donde se resguardó alcanzaba a mirar que algunos muebles salían expulsados de aquel edificio, que las hojas de papel volaban, pero nunca pensó que el laboratorio se vendría abajo. En Cencon se analizaban alimentos procesados, se determinaba la etiqueta nutrimental, las proteínas y las grasas, pero también se hacían análisis para cosméticos, plaguicidas, bebidas, químicos en alimentos, productos agroindustriales, farmacéuticos, fertilizantes y microbiología.

Explica que se utilizaban residuos peligrosos, por ejemplo, el metanol, el alcohol etílico y tanques de nitrógeno, “de milagro no explotó”, dice. Desconoce cuántos compañeros siguen atrapados, “la lista es como de siete personas, entre esos los dueños”. Algunas de sus amigas están en calidad de desaparecidas, como Lupita Rojas.

Externa que hasta ahora hay muy poca difusión de lo que ocurrió en la calle de Puebla 282. Señala que las autoridades capitalinas y federales se han volcado a otros puntos. Cuenta que a través de un chat es como han estado en contacto entre compañeros y sabe que algunos fueron trasladados al hospital Siglo XXI.

Comenta que su cuñada Sonia Castillo, con quien también trabaja, es otra sobreviviente, no así ocho o nueve de sus compañeros. Dice que cuando pasó el susto, vio alrededor de 30 personas. Dice que “todos estaban espantados” y no los dejaron regresar, “no pudimos acercarnos y auxiliar”.

La también madre de familia relata que el colapso fue de adelante hacia atrás, “no se vino para enfrente”, de haber sido así, “nosotros no hubiésemos podido salir”. Cencon tenía varias sucursales, la de la colonia Roma era la matriz. Expresa que lo urgente es sacar los cuerpos, “uno se queda impresionado, sin poder hacer nada. En un instante se acabó todo”.

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