La única noticia confirmada por las autoridades del Instituto Tecnológico de Monterrey fue la muerte de cinco estudiantes provocada luego de que a las 13:14 horas del 19 de septiembre de 2017, colapsaron los puentes que conectaban dos edificios de aulas y oficinas administrativas.

Apenas dos días habían pasado después del sismo, los directivos se mostraban herméticos, los estudiantes, padres de familia y vecinos de Coapa se detenían en la fachada principal del campus para leer las listas de desaparecidos y heridos.

En el Tec no hubo puños arriba, como ocurrió en otras zonas de derrumbe, ni silbatos o altavoces para demandar palas, agua, cubetas o camillas.

Esta historia forma parte del libro 19S: El Día que Cimbró México, coordinado por Yohali Reséndiz y presentado el jueves.

En uno de sus capítulos da cuenta de cómo en el Tec de Monterrey sacaron rápido a sus muertos, se descartó toda posibilidad de que hubiera más gente atrapada en los edificios dañados, y a primera hora de aquel 21 de septiembre cerró las puertas a cualquier voluntario, alumno, maestro, padre de familia o rescatista.

Las únicas personas autorizadas para entrar al plantel fueron las autoridades académicas, Protección Civil, el Ejército y Seguridad Pública.

El Tec se organizó y actuó rápido, aunque según los testimonios de maestros y alumnos que estaban ahí el día del sismo, la confusión fue la misma que la que vivieron los demás habitantes de Coapa, una de las zonas más afectadas por el movimiento telúrico.

“Una hora y media después del sismo, mientras tratábamos de sacar a estas personas, llegó un equipo de brigadistas de no sé dónde, creo que Costco, a ayudar, y lo primero que preguntan fue: ‘¿Ya checaron que no haya gente atrapada en los elevadores?’, confundidos, los que estábamos ahí nos quedamos viendo y respondimos: ‘No sabemos’, relató el maestro de Prepa Tec, Jorge Becerril Enríquez a través de Facebook.

“No sé cómo, pero perdí a los brigadistas mientras nos dirigíamos al edificio de la DAE; al llegar a él, me encontraba sólo con una pala, ¿en qué momento me hice de ella?, no lo recuerdo. Afortunadamente me encontré a la entrada de ese edificio al coach César, quien sin dudarlo me siguió; ¡sorpresa!, hay gente atrapada, tres chicas, una de ellas extranjera”.

Algunos de los profesores aún tenían el recuerdo del sismo de 1985, pero para los estudiantes del Tec de Monterrey las historias contadas sobre lo que vivió México 32 años antes parecían leyendas.

“Mientras corríamos por nuestra vida, partes del edificio caían sobre mis compañeros, había un estancamiento horrible para salir del edificio. Había compañeros caídos, parecía una estampida, me empujaron y me lastimé la mano, aunque nada grave comparado con lo que sufrieron otros compañeros, lamento mencionar que pasamos encima de ellos”, escribió Yunn Tha, alumna del Tec, en su cuenta de Facebook.

Algunos de los padres de familia que acudieron al plantel a buscar a sus hijos pasaron de la angustia al enojo, ante el silencio de las autoridades académicas.

“Una persona, no sé quién eres pero gracias por siempre, al verme en shock, me jaló y me metió debajo de una mesa, me sostuvo la mano mientras yo lloraba y veía cómo la biblioteca se destruía ante mí”, contó Gabriela Hernández.

Ese jueves los alumnos y egresados de la escuela continuaban llegando para ofrecer ayuda, pues en Facebook y WhatsApp se hablaba de 40 jóvenes desaparecidos entre los escombros del Tec.

Ataviados con pants, sudaderas y playeras azules con las leyendas: “Soy Totalmente Tec”, “Yo amo al Tec”, zapatos deportivos, guantes, casco y chaleco, el desconcierto se dibujaba en sus caras cuando los policías les impedían la entrada y les decían que no los necesitaban.

En la mañana llevaron un perro de rescate, puesto que en las redes sociales los alumnos difundieron las listas de sus compañeros desaparecidos; sin embargo, también este servicio fue rechazado.

Los directivos se limitaron a explicar que las listas se generaron en las primeras horas después del sismo, cuando no había comunicación en la ciudad, pero que la situación estaba controlada a través de un call center, en el que estaban concentrando la información sobre jóvenes desaparecidos, y para el 20 de septiembre por la noche todos los casos habían sido esclarecidos.

La maestra Yuriria Rodríguez, del departamento de Comunicación, acudió a la escuela a pedir indicaciones para orientar a los papás que la buscaban desesperados porque no sabían dónde estaban sus hijos.

“Estamos conmocionados, necesitamos mantener fuerza porque no podemos transmitirle a los jóvenes, en estos momentos de flaqueza, ningún miedo, ningún temor, ellos van a seguir adelante”, declaró.

Ese día, la universidad realizó labores de revisión y remoción de escombros.

Los puentes y derrumbes dejaron 40 heridos y cinco alumnos muertos, uno de preparatoria y cuatro de licenciatura. Uno de ellos era originario de Hidalgo.

Entre los homenajes luctuosos más conmovedores de esa fecha estuvieron el de los niños del Colegio Rébsamen y esos cinco “Borregos” que murieron en el Tec de Monterrey.

El movimiento afectó cinco de los 14 edificios del campus; sin embargo, el 1 de noviembre anunció la demolición de 70 % de sus construcciones.

A dos días del sismo, en el Tec ya sólo quedaban piedras por remover y nadie por rescatar.

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