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¡Salgan de la casa, salgan! Gritó desesperado Josué, de oficio albañil, a su esposa e hijos. Apenas escuchó los estruendos por la caída de casas, sintió la sacudida en la cama y Josué Gallegos Santiago se levantó para poner a salvo a su esposa Lorenza y sus hijos.

Como pudo, el hombre de 27 años apresuró a su esposa y a dos de sus hijos, uno de ellos Alan, de apenas cuatro años.

La mujer estaba a un paso de librar la tragedia, pero al resbalar, Alan fue alcanzado por un pedazo de trabe. Su cuerpo quedó semi sepultado. Su tórax quedó atrapado.

Sin advertir lo que ocurría, Josué regresó por sus otros dos hijos, pero el sismo de 8.2 grados hizo colapsar la planta baja de la casa; el padre y sus hijos Rosalinda y José María quedaron ahí, en medio de la oscuridad, escombros y polvo.

Dos tragedias. Mientras Alan luchaba por su vida, adentro de la casa, tres integrantes de la familia estaba bajo una losa.

Alan dejó de respirar unos momentos y entró en un paro respiratorio. Lorenza no sabía qué hacer. Los gritos de desesperación retumbaron en Cheguigo, octava sección de Juchitán.

Entre las calles de Gómez Farías y callejón de Venecía quedó Alan sin respirar. ¡Ayuda! ¡Ayuda!, suplicó en ese momento Lorenza.

Al auxilio llegaron dos vecinos, unos de ellos el médico José Guadalupe Vera. Con respiración de boca logró revivir al niño.

Josué buscó una salida y 20 minutos después ubicó un pequeño hueco. Sacó a Rosalinda, luego a José María y al final logró salir él.

Se dirigieron al hospital, pero el servicio estaba colapsado. No se daba abasto por tantos heridos.

Josué decidió regresar con su vecino, el doctor que revivió a su hijo. “¡Mi hijo volvió a nacer!”, dice mientras mira cómo quedó la casa de su suegro en la que habitaba.

El recuerdo aún es fresco y siente algo de culpa por lo que sucedió. “Nada más saqué a mi esposa y dos de mis hijos. Regresé por los otros pero nos quedamos atrapados”.

“Nos salvamos. Estábamos durmiendo, saqué a mis dos hijos y cuando regresé por los otros dos se me vino encima el otro piso”, dice Josué, uno de los 800 mil oaxaqueños afectados por el sismo.

Hoy duermen en casa de la madre de Josué, pero espera levantar de nuevo la vivienda de sus suegros.

El médico José Guadalupe explica el corazón de Alan “dejó de latir, no estaba respirando. Se le dieron masajes cardíacos y respiración de boca a boca, 30 segundos dejó de respirar”. En su cuerpo dejó marcas la trabe que cayó encima por el sismo de 8.2 grados. Necesita un estudio para descartar secuelas.

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