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En el tiradero del Bordo quedaron amasados los recuerdos de los que perdieron todo. El basurero de la zona oriente de la Ciudad de México, es el destino final de las toneladas de escombros de los edificios que colapsaron en el terremoto del 19 de septiembre.

Jirones de ropa, libros, muebles destrozados, mochilas, colchones, todo quedó mezclado en una montaña de ladrillos y concreto en el basurero que hiede a podrido y se extiende por varios kilómetros.

Los primeros días de contingencia, restos de los edificios atiborraron el estacionamiento de la Alberca Olímpica, pero después de una semana el olor a basura podrida por la lluvia se volvió insoportable. En el lugar donde la maquinaria pesada trabaja para remover el desperdicio, aún se encuentran los restos de las máquinas de coser que mujeres utilizaban en la empresa textilera, esa que se derrumbó en la colonia Obrera del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Un hombre que viste un uniforme naranja fosforescente del gobierno capitalino se mueve entre montañas de hasta de dos metros de cascajo gris: escombros que dejó el sismo, depositados en la parte trasera de la Alberca Olímpica, ubicada en la delegación Benito Juárez.

Busca entre los escombros algo que todavía pueda servirle para ser vendido o utilizado por él. Encuentra una mochila negra, la sacude y la tira a un lugar donde ha depositado todo lo útil y valioso. Junto a la mochila hay pedacería de aluminio y cobre, varillas retorcidas en un lugar separado.

Entre colchones mojados por las lluvias, material para coser, maletines llenos de lodo, zapatillas y botas de mujeres, el hombre observa una plancha blanca, a la que jala por el cordón negro. El enchufe atorado impide que la saque, y él tira para romper y quedarse la base de metal.

Un trabajor de la cancha ubicada a un costado de las instalaciones deportivas, señala que “desde el jueves pasado, dos días después que ocurrió el temblor vinieron a tirar aquí todo este cascajo, él cual olía muy feo, como a podrido”.

Mientras dos equipos de fútbol juegan en las canchas de la Alberca Olímpica, a unos metros dos hombres mueven máquinas pesadas que revuelven el cascajo y rompen pedazos grandes de concreto. Un patín del diablo, almohadas, ganchos y ropa salen disparados por el aire.

Personal que se encuentra en la puerta del lugar informó que el cascajo provenía de derrumbes que ocasionó el temblor del 19 de septiembre en la colonia Roma, pero "ya se lo llevarán" a otro lugar. Los camiones repletos enfilaron hacía la zona oriente de la Ciudad, tendrán como destino el tiradero a cielo abierto conocido como el Bordo de Xochiaca, pero también llegan al Bordo Poniente donde pasará a la planta trituradora.

Un grupo de personas pepena de entre los escombros. Buscan qué se puede utilizar, arrancan varillas pegadas a los ladrillos y rescatan un poco de ropa.

La gente en el Bordo de Xochiaca es uraña, notan a simple vista que un extraño merodea. Escuchan el click de la cámara y de inmediato impiden tomar imágenes. “Aquí no pueden tomar fotos”, dice un hombre barbado de la tercera edad que no deja de escarbar entre los escombros.

En el Bordo Poniente un policía vigila celosamente que nadie pase. El sismo dejó endeble uno de los puentes vehiculares por donde solamente pueden pasar los camiones con escombro.

Los vehículos pesados salen vacíos, han dejado dentro los recuerdos que ahora pertenecen a alguien más.

 

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