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El cardenal Norberto Rivera Carrera agradeció a la Virgen de Guadalupe, a sacerdotes y religiosos por los 22 años que encabezó la Arquidiócesis de México, en los que, dijo, enfrentó “situaciones difíciles”.

Al oficiar la que fue su última misa de las Rosas como encargado de la Arquidiócesis, en la Basílica de Guadalupe Rivera Carrera expresó su agradecimiento tanto a la feligresía como a todos los colaboradores que lo acompañaron a lo largo de su gestión al frente del Arzobispado Primado de México.

“Gracias por todos estos años, por cada uno de los momentos vividos en este servicio. Gracias, madre mía, pues tu amor permanece y siempre permanecerá en mi corazón. Gracias, Dios mío; gracias, misericordioso señor del amor”, dijo.

Acompañado del nuncio apostólico Franco Coppola, del cabildo metropolitano y del de Guadalupe, el prelado reconoció que en sus más de dos décadas como arzobispo primado de México enfrentó “situaciones difíciles”, tanto aquellas provocadas por el hombre como aquellas en las que se manifestó la naturaleza.

“En esos momentos en donde todos subían el brazo con puño cerrado para guardar silencio y así poder escuchar la vida, ayúdanos a seguir con el puño en alto para escuchar la vida de nuestro corazón y la vida de los demás; hacer silencio y detener toda estridencia del pecado y escuchar el murmullo del amor de Dios, que nos pide dignificar la vida de todo hermano que nos necesita”, expresó.

Retiro del cardenal. El pasado 7 de diciembre, el papa Francisco aceptó la renuncia del cardenal Norberto Rivera Carrera, la cual presentó en junio pasado al cumplir los 75 años de edad, tal como lo establece el derecho canónico.

El pontífice designó a Carlos Aguiar Retes como nuevo arzobispo primado de México, quien tomará posesión el próximo 5 de febrero de 2018. Mientras se da la transición, Norberto Rivera Carrera fue designado administrador apostólico de la Arquidiócesis de México.

Rivera Carrera recordó que la Virgen de Guadalupe ha sido la inspiración para ejercer su ministerio, puesto que ha estado presente a lo largo de su vida, desde que sus padres le hablaron de ella.

“Gracias por ser parte en el llamado que Dios me dio para ser su sacerdote, un llamado que me superaba del todo, pero que llegó a mí con tu venerable aliento, tu maternal ternura, tu auxilio misericordioso. Gracias, madre mía, por estar cerca de mí en todo momento, por alimentar mi fe”, enfatizó el cardenal.

Al celebrar los 486 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac, el purpurado dijo que se trata de una fiesta de nuestra propia identidad, ya que “ella fue la que forjó esta patria y sigue caminando con nosotros en este peregrinar de la vida hasta su amado hijo, Jesucristo”, afirmó.

El ministro religioso aseguró que el acontecimiento guadalupano no es un sincretismo, sino que se trata de una “perfecta inculturación” que nos libra de todo engaño, traición, mentira o falsedad. Señaló que hoy más que nunca todos deben ser conscientes de seguir construyendo “la casita sagrada” para la Virgen de Guadalupe, no sólo en el sentido material, sino desde lo profundo del corazón.

“Quitar toda idolatría, todo error, toda falsedad y traición, toda oscuridad y temor, toda mentira y egoísmo”, recalcó.

Consideró que la corrupción, violencia y delincuencia son los desastres que “aniquilan la esperanza, como el tráfico nacional e internacional de droga que envenena y mata, el dinero mal habido, asesinatos, violencias, secuestros y demás desastres, que son un verdadero terremoto continuo que destruye la casa sagrada de nuestra dignidad, de nuestros valores, existencia, familia, juventud, de nuestra vida”.

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