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Todavía se observan los pedazos de cristal resquebrajado de la ventanilla del automóvil, detrás de la cruz de metal que tiene pintado el nombre de José Javier López Romero, trabajador en una empresa en la Zona Industrial, fallecido el 7 de julio de 2018 en el bulevar Antonio Rocha Cordero, en San Luis Potosí.

Ese día, don José salió de laborar a las 11:15 horas de la compañía Aguas Tratadas del Potosí, localizada en el Eje 104, en cuya organización ya tenía dos periodos de cinco años como empleado.

Sin conocer su futuro, alrededor de las 11:25 horas cuando circulaba por la lateral del referido bulevar con dirección a su casa, ubicada en la colonia Simón Díaz, a la altura del fraccionamiento Puente del Sol, un Volkswagen Bora color negro salió “volando” de la parte superior del carril central cayéndole encima, cuyo impacto le causó una muerte instantánea.

Luego del accidente, arribaron elementos policiacos, de tránsito vial, del Servicio Médico Legal (Semele) y de la fiscalía local, éstos últimos se encargaron de notificar a su hijo Rosalío Meneses Bárcenas y a su cónyuge María Lucía Bárcenas que don José, de 58 años, había perdido la vida.

La diferencia, una contención. Meneses Bárcenas argumenta que el deceso de su padre es un accidente en toda la extensión de la palabra; sin embargo, pudo haberse evitado y no llegar a la pérdida de una vida, si el tramo de la vialidad “hubiera” tenido la contención completa.

“Pasa y a lo mejor muere la persona que va en su vehículo, y la contención está hecha pedazos (...) Cuando te sucede a ti, dices: ‘¿Y por qué no estaba la contención?’. La contención lleva hecha pedazos 10 años”, afirma mientras charla con una seriedad.

María Lucía Bárcenas, viuda de don José, comenta que debido a lo riesgoso que resulta transitar en bicicleta por el sector periférico, siempre le preguntaba la ruta de su traslado, tanto de ida y regreso, y él le decía que la lateral por cuestiones de mayor seguridad.

“Yo siempre me preocupaba porque al cruzar las vías a veces está el tren atravesado y nosotros los mexicanos somos muy atrevidos. Decía yo: ‘¿Te brincas por arriba o por abajo o qué pasa?’ Ahí era donde nunca imagínanos que iba a caer”, refiere con un semblante triste y una lágrima que se asoma por su ojo derecho.

Supone que el culpable de la muerte de su esposo iba manejando el automotor y al mismo tiempo texteaba en el celular, situación que potenció el sucesos mortal.

“¿Con qué te van a pagar una vida? Yo si le dije al chavo: ‘Te llevaste dos vidas, no una, dos…’, pero aun así nosotros, dice mi hijo: ‘Tienes corazón de pollo’. Yo no les deseo nada malo. Yo sí le dije [al culpable]: ‘Sigue adelante, pero con más cuidado. ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Ya no manejen con celular!’”, imploró María, que hasta hace unos meses despedía con un abrazo a su esposo.

Desamparados. Ambos exponen que, además de no desearle mal al culpable del accidente, jamás quieren volver a saber de él; no obstante, aducen que la justicia en este tipo de casos bien podría implicar prisión preventiva de por lo menos un mes, a fin de que reflexione el delito que cometió.

Si bien los familiares del automovilista cumplieron a cabalidad con la indemnización, critican que después de presentar la denuncia ante el agente del Ministerio Público de la fiscalía, nunca se les asignó un abogado de oficio ni el apoyo institucional.

“Nunca se nos asignó un abogado de oficio, fuimos a buscarlo nosotros mismos y pareciera que no había nadie disponible”, lamentan la mala atención en la fiscalía, sobre todo de un licenciado de apellido Carbajal, encargado de la querella, quien se supone, dice, los atendería.

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