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Nueva York.— El gobierno de Estados Unidos tenía razones para considerar a Pedro Flores como su testigo estrella en el juicio contra Joaquín El Chapo Guzmán, y este miércoles lo demostró con la prueba más contundente que se ha presentado hasta ahora: una grabación en la que el capo sinaloense negocia el precio de un cargamento de heroína con destino a Chicago.

Flores no tuvo fácil conseguir para la posteridad la llamada de El Chapo, la prueba que sería clave para su extradición a Estados Unidos. Por entonces, a mediados de noviembre de 2008, él y su mellizo Margarito ya estaban colaborando con la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA), en un intento de escapar con vida de la guerra entre los cárteles de Guzmán y los Beltrán Leyva, que entonces apenas iniciaba.

Hablar con El Chapo no era fácil, y tampoco tenían las herramientas más sofisticadas para grabar llamadas. Tuvieron que hacerlo con una grabadora digital sencilla, comprada por él mismo en una tienda de electrodomésticos, para tratar de registrar las voces.

Tras muchos intentos y excusas para justificar la llamada con “el señor”, finalmente El Chapo conversó con Pedro sobre negocios. Sin embargo, Flores no pudo atender la llamada: no tuvo tiempo de preparar la rudimentaria puesta en escena para grabarlo.

Dos minutos después, Flores le devolvía la llamada: al otro lado del aparato estaba Guzmán. “¡Amigo!”, responde El Chapo, en ese momento totalmente inconsciente que, cualquier palabra que dijera iba a ser grabada y enviada a la DEA. “Intenté que pareciera algo lo más normal posible”, confesó el testigo, incapaz de mirar a la cara a quien traicionó.

Flores trató de “continuar la conversación” lo máximo posible, para tener cuantos más minutos mejor de la voz de El Chapo. Debatió sobre el precio de heroína: el distribuidor quería una rebaja de 5 mil dólares por kilo, trato que Guzmán aceptó.

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