La mejor política exterior es la interior, es lo que consideró el presidente Andrés Manuel López Obrado, al marcar desde el 1 de diciembre de 2018 un apego a los preceptos juaristas de respeto entre los países, el principio de la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, establecidos en el artículo 89 fracción 10 de la Constitución. Sin embargo, ambas no han podido ir de la mano, porque una sobrepasó a la otra.

El Mandatario pensó primero en el hoy senador Héctor Vasconcelos como el canciller para su administración; no obstante, al obtener el triunfo en las elecciones presidenciales, cambió de nombre: dejó en manos de Marcelo Ebrard la conducción de la política exterior.

Sin tomar aún posesión de su encargo, el entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador nombró a Jesús Seade como el negociador para sentarse con el todavía equipo del expresidente Enrique Peña Nieto, sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y modificarlo.

Fue una gran apuesta, lograron acuerdos con Estados Unidos y Canadá; sin embargo, el pacto comercial fue ya ratificado por México, no así por los congresos de esos dos países.

La posición de México frente a la crisis en Venezuela dio un giro. Dejó de participar en el Grupo de Lima, el cual ha centrado su discurso en la necesidad de que haya nuevas elecciones en aquella nación, y no reconoció a Juan Guaidó como presidente interino.

Con los estallidos sociales en Ecuador, Chile, Nicaragua, Colombia, las autoridades mexicanas se han limitado a difundir su preocupación por los acontecimientos y pedir soluciones inmediatas.

Para el caso de Bolivia, la participación de México fue otra, ya que justificó la tradición de asilo político que ha otorgado en distintas ocasiones y sacó de su país al expresidente Evo Morales para darle esa condición y, con ello, protegerle la integridad.

“Hemos visto en política exterior acciones buenas y malas, pero sí muchas son a destiempo, inoportunas, sin sincronía”, considera el internacionalista y catedrático de la Universidad Iberoamericana Javier Urbano.

Refiere que si hay un plan en todo este tema de la política exterior, “francamente no lo encuentro, porque lo que se ha intentado es cambiar la narrativa, pero las acciones son las mismas que hace tiempo”.

Añade que si se viviera una nueva estrategia, se debiera renovar el capital humano que ha sido duramente castigado por la austeridad.

La relación con Estados Unidos es compleja, señala, y se ha reducido el margen de maniobra para negociar.

En mayo de 2018, cuando López Obrador era candidato presidencial aseguró que de llegar al poder respondería todas y cada una de las ofensas que el presidente de la Unión Americana, Donald Trump, hiciera contra México. No obstante, ya en el cargo afirmó que no busca la confrontación.

“Hay muchos mensajes y pocas acciones. No hemos dejado de ser parte de la agenda mala estadounidense, y es que tenemos una política con poca o nula personalidad”, puntualiza el catedrático.

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