En grupo, solos o en pareja, gatos de todos los colores y tamaños se pasean como reyes en el Palacio Legislativo de San Lázaro, como dueños de la , sin que nadie los moleste.

La colonia felina es consentida y protegida por empleados, quienes les proporcionan alimentos comprados con sus propios recursos.

Los gatos se pasean como reyes en el Palacio Legislativo de San Lázaro. Foto: Arturo Zárate Vite / EL UNIVERSAL
Los gatos se pasean como reyes en el Palacio Legislativo de San Lázaro. Foto: Arturo Zárate Vite / EL UNIVERSAL

No son de Angora o "de raza", sino que llegaron al recinto parlamentario en busca de comida y un lugar donde pernoctar, sin ser molestados, lastimados o que les echen a los perros.

Exterminadores de plagas

Los felinos de San Lázaro no solo pasan sus días en el recinto comiendo y bebiendo agua, sino que contribuyen con el exterminio de roedores y otras alimañas que se cruzan en su camino.

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Responden a su instinto natural de cazadores natos. Por su origen callejero, acostumbrados a "ganarse la vida" con sus propias garritas y dientes, no son amigables. Aceptan que les brinden comida y agua en recipientes, pero no permiten las caricias y mimos, mucho menos que los carguen.

“La Negra” cambió la Cámara baja por los bomberos

No obstante, hay excepciones, como una gatita conocida en un principio como “La Negra”, por el color de su pelaje.

"La Negra" o "Botas" posa para la cámara. Foto: Arturo Zárate Vite / EL UNIVERSAL
"La Negra" o "Botas" posa para la cámara. Foto: Arturo Zárate Vite / EL UNIVERSAL

Sandra Barrera, empleada desde hace más de 30 años en la Cámara de Diputados, se encariñó con la felina, a quien le daba trato especial y ésta le respondió de la misma manera: accesible y amigable. Atendía el llamado de su protectora y se dejaba apapachar.

A punto de llorar al recordarla, Sandra contó que durante la dejó de asistir al recinto parlamentario y la gata se fue de su área.

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Tiempo después, “La Negra” encontró nuevos amigos, que, al verla solitaria, buscaron ganarse su confianza y lo consiguieron.

Como parte de los servicios de emergencia de la Cámara de Diputados, el tiene el área de bomberos, quienes se mantuvieron en el lugar a pesar del Covid-19.

En el lugar, con escaso movimiento humano, descubrieron a su nueva compañera de estancia y empezaron a tratarla amablemente al proporcionarle recipientes con comida y agua en su oficina. “La Negra” accedió y se convirtió en la reina de ese sitio.

“La Negra” para los diputados, “Botas” para los vulcanos

Al desconocer su nombre, los bomberos la rebautizaron y le pusieron “Botas”, por lo que el apodo de “La Negra” quedó atrás.

Desde entonces, “Botas” ya no quiso regresar con su antigua cuidadora.

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Sandra Barrera, entrevistada por , no esconde su amor por los gatos y gatas, y lo demuestra con los accesorios que porta.

Sandra Barrera, empleada desde hace más de 30 años en la Cámara  baja, colabora con el cuidado y alimentación de los felinos. Foto: Arturo Zárate Vite / EL UNIVERSAL
Sandra Barrera, empleada desde hace más de 30 años en la Cámara baja, colabora con el cuidado y alimentación de los felinos. Foto: Arturo Zárate Vite / EL UNIVERSAL

Con un dije de color negro en forma de gato que adorna su cuello, mencionó que también se ha comprado aretes y otros accesorios con figura felina.

Los gatitos abundan en la Cámara de Diputados

Sandra tiene en su casa seis gatos, en contraste con el número de los que residen en el Palacio Legislativo de San Lázaro, donde hay un promedio de 80 gatitos callejeros que deambulan en jardines, plazas y estacionamientos del recinto.

La población gatuna se controla a través de la esterilización. Son los empleados del recinto quienes pagan los servicios veterinarios, en caso de que algún habitante gatuno de San Lázaro lo requiera.

Los empleados pagan de su bolsillo el veterinario y la alimentación de los gatitos. Foto: Arturo Zárate Vite / EL UNIVERSAL
Los empleados pagan de su bolsillo el veterinario y la alimentación de los gatitos. Foto: Arturo Zárate Vite / EL UNIVERSAL

La con los gatos la comenzó María Antonieta Pérez, quien dejó de ser empleada de la Cámara Baja, pero heredó su legado a los demás empleados.

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