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“Cleo, se ve que prepara unas quesadillas buenísimas”.
Esa opinión aparece en mi celular. Es un comentario de un tal Norman en mi messenger de Facebook. Ni lo conozco, pero intuyo cómo es. Un troll. Alguien que se cree gracioso soltando un humor negro simplón.
Pienso: “Si fuera un poco más creativo, bromearía: 'Oye, ¿Las quesadillas que prepara Cleo a la familia de la Roma, van con queso o sin queso?'”. Pero no. Norman es aburrido queriendo ser divertido.
“¿Cocinar para otros es ofensivo? ¡Qué chafa!”, repienso.
Muchos arrojan comentarios a mi Facebook. Hay decenas por un post personal que publiqué sobre la película. Para mi sorpresa, a unas horas de haberlo subido, se ha compartido miles de veces (en unos días, serán 47 mil compartidos y 57 mil reacciones).
Cuando lo escribí pensaba en mis años de periodista cultural. Recuerdo que estando frente a una exposición bien esnobista (con canapés y risitas falsas incluidas) me preguntaba si las instituciones de cultura y educativas no le están negando a la gente la posibilidad de contemplar.
Muchos creen, erróneamente y con razón, que la cultura o las manifestaciones artísticas son cosa de élites, que detener nuestro ritmo de vida y contemplar al otro, en la vida real o en el arte, es una “mamonería”. Algo que no se pueden permitir. Que la vida debe ser excitante o divertida, sin ritmos lentos.
Por eso el post ( PUEDE VERSE AQUÍ ). En realidad, sólo quería dejar de pelear con mis allegados por Roma.
¿Y si en vez de discutir por la película platicamos sobre los que es digno de analizar? Por ejemplo: ¿Cuál es la lectura que le damos a los silencios de Cleo?
En contexto: una película mexicana con una mujer de protagonista, indígena, migrante y pobre. Muestra una historia —sencilla— en paisajes y recreaciones de época. Con un sonido que recrea la misma época: el carrito de los camotes, el afilador, los perros... En un blanco y negro digital, limpio, “instagranmero”, que da una visión actual de un hecho pasado. Con un discurso visual y, digamos, de trazos escénicos. Hay algo no explícito —para algunos pretencioso— que intenta abordar temas como el machismo, la desigualdad social y la represión política.
¿Vale sólo decir que es aburrida? ¿Aburrida si se compara con qué? ¿El que sea aburrida para algunos, la hace una basura?
“Roma ha sido criticada por los mexicanos, y me incluyo”, reconoce Adriana, otra chica que no conozco y comparte el posteo.
“Pero me quedé pensando en porqué se nos hacía una película equis, tan aburrida y, al leer estos debates, creo que es justo lo que pasa en nuestro país: normalizamos la diferencia de clases, los mexicanos de primer y de segunda, el sufrimiento y la vulnerabilidad de los que menos tienen el de ‘mujeres bonitas y las feas’, por los estereotipos sociales”.
¿Estamos tan ciegos?
Iván, muy molesto, me dice: “Viste otra pinche película”.
Se refiere a una escena que describo. Cuando la familia le prohíbe gastar luz a Cleo, pero dejan las luces encendidas, lo que para mí ejemplifica la diferencia entre una y los otros.
“Quien les cuida de no gastar la luz es la abuela”, me corrige. “Como eso no lo comentaste en el cuarto renglón. Me abstuve de seguir leyendo”.
Iván no reparó la lánguida escena al minuto 19 del filme en la que Cleo debe apaga las luces de otros, prefirió centrarse en quién le prohibió dejarlas encendidas. Iván no sólo no quiso leer más, tampoco quiso ver más.
Con todo, el ejercicio viral es muy interesante. La mayoría son comentarios a favor, pero hay en contra con grandes argumentos.
José Alfredo odiará siempre a Roma: “Las trabajadoras domésticas siguen luchando por sus derechos, no es que quieran ser consideradas parte de una familia, que ni es suya”, escribe en mi inbox.
“Lo malo es que por medio del cine hipster ‘se les abren los ojos’. ¿Qué raro, no? Esos problemas los vemos a diario. Es más, ni nos importan. Pero como ahora te lo ponen bonito, lo dice Cuarón y tiene paisajes de arte, un excelente sonido. Ahora sí ‘analizamos’”.
La expresión "ahora sí analizamos" es, para José Alfredo, despectiva. Sigo pensando el porqué.
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