Brooklyn, Nueva York.— En el tercer día de testimonios en el juicio contra hubo de todo: desde narcocorridos hasta agentes de la DEA y hasta camisas sucias que el exsecretario mexicano de seguridad entregó a su esposa.

Este miércoles desfilaron en la corte del Distrito Este de Brooklyn, , dos testigos cooperantes: Tirso Martínez Sánchez, alias “El Futbolista”, y Héctor Tolentino, exlíder de los Trinitarios en Nueva York. Y además, un policía de Chicago, un oficial de la Agencia Antidrogas (DEA), uno del Servicio de Inmigración (ICE) y otro de la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP).

Durante el testimonio de Tolentino, de 31 años y quien compareció vestido con uniforme carcelario, la Fiscalía mostró un video que su socio del clan de Sinaloa, identificado como “Don Manuel”, le había enviado y en el que se escucha un narcocorrido que habla de llevar la droga desde Culiacán, capital de Sinaloa, a Nueva York.

Nunca se reveló el nombre del narcocorrido, pero Tolentino lo describió para los presentes.

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“Básicamente esa canción explicaba exactamente lo que hacíamos, llevar droga de Culiacán a Nueva York”, contó, según lo que reveló el periodista Keegan Hamilton, presente en la audiencia. En otra ocasión, recordó el testigo, “Don Manuel”, que se cree era un lugarteniente de Iván Archivaldo Guzmán Salazar, uno de los hijos de Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”, le llamó desde un barco para "dedicarle" otra canción del cantante Antonio Aguilar.

Tolentino vendía pastillas de fentanilo para el cártel de Subak. Su testimonio fue, como el resto de los que se vieron en la jornada, para que el jurado dimensione el tamaño del cártel y la cantidad de droga enviada a Estados Unidos. Todo ello, según la fiscalía, con la venia de García Luna.

Fue el exministro de Seguridad el que dio el segundo momento de color del día, cuando entregó a su esposa Linda Cristina Pereyra, que ha estado presente en todas las audiencias, varias camisas sucias.

El mexicano se mostró este día animado, quizá porque su abogado defensor, César de Castro, logró poner en duda al menos el testimonio de Tirso Martínez, a quien hizo reconocer los beneficios obtenidos por sus declaraciones: de una condena reducida a una visa. Y cómo no era un narcotraficante “tan pequeño” como se presentó.

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