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Migrantes viajan apretados en el chicken bus

Salieron de San Pedro Sula huyendo de la pobreza y la violencia

Migrantes hondureños viajan dentro de un camión de segundo uso, conocido como chicken bus. (FREDY MARTÍN. EL UNIVERSAL)
17/10/2018 |00:50Fredy Martín Pérez / Corresponsal |
Fredy Martín Pérez
Corresponsal en TabascoVer perfil

Cuauhtémoc, Chis.— Un viejo camión escolar se detiene en el crucero de Las Vegas, en la entrada a la ciudad de Huehuetenango, Guatemala. Luego acelera por la vía Panamericana, con 90 pasajeros apretujados en los 24 asientos y el pasillo de la unidad, la mayoría son jóvenes hondureños que buscan llegar a Estados Unidos, cansados de la violencia y la pobreza.





Desde hace más de ocho semanas, miles de hondureños han dejado sus hogares. Muchos salieron con una muda de ropa, sus hijos en brazos y un puñado de dólares para comer y pagar transporte a su paso por Guatemala y México.

“Salimos de Honduras por la pobreza. Ya no aguantamos la violencia. Voy con mi hija a los Estados Unidos. No sé cuánto tiempo me lleve, pero ya no quiero regresar”, dice una joven madre del departamento de Santa Rosa.

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Esta oleada migratoria inició en agosto y cobró notoriedad el sábado pasado, cuando más de mil personas salieron de San Pedro Sula con rumbo al norte. Hoy suman ya más de 2 mil. Desde Guatemala, los hondureños en tránsito definen entrar a México por alguna de las siguientes tres rutas: La de la Selva (Gracias a Dios-Comitán-SanCristóbal), Soconusco (por la Costa) y la del Altiplano (La Mesilla-Comitán-San Cristóbal).

El grupo de 90 personas que viajan en el chicken bus —como llaman en Guatemala a los viejos camiones escolares de desecho con una segunda vida útil— llegó a la terminal de autobuses de Huehuetenango.

A este grupo le quedan por delante 151 kilómetros, unas cuatro horas de viaje, para llegar al cruce fronterizo de Gracias a Dios (Guatemala), en las cercanías del parque nacional Lagos de Montebello, donde podrían bordear la zona para evitar al ejército y a la policía.

Los hondureños no denotan cansancio, a pesar de que llevan ya varios días de viaje. Después de un camino de 20 minutos de cafetales con fruta verde, pueblos y montañas, el camión se detiene en Camojá. Alguien les indica que deben bajarse; a prisa, todos toman sus pertenencias y corren atrás del “guía” que los lleva a unos microbuses estacionados en la calle principal del poblado.

Después, las unidades viajan hacia Gracias a Dios, donde pernoctarán unos días, en espera de ingresar a México.

Según el Instituto Nacional de Migración (INM) mexicano, hasta agosto pasado fueron 71 mil 879 los extranjeros detenidos en el país en su intento por llegar a EU, 36.3% más que en 2017.

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