París.. Con la esperanza depositada en verdes, trotskistas, comunistas, socialistas, la izquierda no sumisa y la derecha tradicional, aspira seguir a la cabeza de la administración francesa por cinco años más.

De imponerse en la segunda ronda de las presidenciales ante su rival Marine Le Pen , será la primera vez que un presidente francés logra la reelección desde 2002, cuando Jacques Chirac logró imponerse a Jean-Marie Le Pen, padre de la hoy candidata de la extrema derecha.

En caso de fracasar en su cometido, Francia tendrá la primera presidenta mujer y por vez primera estará gobernada por la derecha autoritaria.

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En total, 48 millones de personas están llamadas a las urnas para definir el futuro de la nación francesa. Los sondeos favorecen al candidato de La República en Marcha, aventaja con el 56% de las preferencias electorales, el mismo indicador con el que los contendientes celebraron el único debate televisivo el pasado miércoles, de acuerdo con NspPolls.

El resultado dependerá del comportamiento que muestren los electores que no votaron por ninguno de los finalistas en la primera vuelta, el 10 de abril. La socialista Anne Hidalgo , el ecologista Yannick Jadot y el comunista Fabien Roussel han llamado a votar por el candidato que permite preservar el funcionamiento institucional y democrático del país, mientras que Valérie Pécresse, que representó a los Republicanos en la primera ronda, aboga por la “solidaridad nacional”.

La agrupación de extrema derecha creada por el polémico ultranacionalista Éric Zemmour , ha dado línea para votar por la candidata de Agrupación Nacional.

Jean-Luc Mélenchon, de Francia Insumisa, la tercera fuerza política más numerosa del país, con un contingente de más de 7 millones de electores , sólo ha dado la consigna a sus militantes de “no darle voz a Le Pen”.

“Tanto el comportamiento de los indecisos como el nivel de participación podrían ser factores cruciales en el resultado de la segunda vuelta. La primera ronda vio una abstención casi récord del 26%, ahora podría ser mayor”, dice a EL UNIVERSAL James Shields, profesor de política francesa de la Universidad de Warwick.

Asegura que tanto Macron como Le Pen necesitan atraer nuevos votantes, esencialmente de tres grupos: los que apoyaron a Jean-Luc Mélenchon en la extrema izquierda; los que se abstuvieron en la primera vuelta; y los que todavía están indecisos sobre si votar y por quién votar.

“Es difícil decir a quién de los dos candidatos le irá mejor para atraer votos de estos tres grupos. Mélenchon llamó a sus seguidores a no votar a Le Pen, pero sin respaldar a Macron”.

Una encuesta publicada el pasado 17 de abril sobre la intención de voto entre los incondicionales de Mélenchon, mostró que dos tercios tenían la intención de abstenerse o anular su voto, y un tercio dijo que no votaría por Macron. Otro sondeo sugiere que alrededor de un tercio de los partidarios de Mélenchon podría apoyar al presidente saliente.

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En las presidenciales de 2017, el 52% de los electores de Mélenchon votó por Macron, mientras que el 7% por la extrema derecha.

“No está claro qué podría significar para cualquiera de los candidatos una alta abstención en general, o una alta abstención entre los partidarios de Mélenchon. Aunque las encuestas le dan a Macron una ventaja, todavía hay demasiadas incertidumbres”.

Macron retrasó hasta el último minuto su entrada en la campaña electoral, prácticamente se ausentó del terreno mediático, no dedicó tiempo a defender su presidencia, ni a la visión de cómo sería su segundo mandato.

Las últimas dos semanas las dedicó a hablar sobre el clima tratando de seducir a la izquierda. Por ejemplo, prometió nombrar un alto funcionario “encargado de la planificación ecológica” (idea inicial de Mélenchon), hacer de Francia el primero que deja el petróleo, gas y carbón, y plantar en lo que resta del decenio 140 millones de árboles.

Sus mítines los celebró principalmente en municipios donde venció la Francia Insumisa y ahí llamó a la civilidad en un “referéndum por o contra la Unión Europea, por o contra nuestros jóvenes, por o contra nuestra República”.

Le Pen intentó capitalizar las crisis que se atravesaron durante la presidencia de Macron, haciendo bandera de su campaña el costo de vida. Sus baterías estuvieron centradas en atrapar el corazón de la clase obrera, recorrió pequeños poblados y la Francia rural en búsqueda de las personas que se sienten ignoradas por la élite política.

“Le Pen se centró en cuestiones económicas y sociales, como el precio de la energía, los impuestos, el costo de comprar alimentos esenciales, habló poco sobre sus temas característicos de inmigración, seguridad e Islam. Ha proyectado una cara tranquilizadora y amistosa cercana a las preocupaciones cotidianas de las personas, un marcado contraste con la distante indiferencia de Macron”, indica Shields.

Los comicios del domingo son una repetición de 2017, en aquella ocasión Macron venció con 66% de los votos; así que la oferta ideológica y de programa que aparece en la boleta electoral francesa es de todos conocida, dice Yves Sintomer, profesor de ciencias políticas de la Universidad de París 8.

“Es una elección entre un proyecto liberal y uno autoritario y nacionalista, entre un proyecto de la elite francesa bien integrada a nivel mundial y europeo, con claridad sobre el futuro que se quiere de Francia, pero desinteresada sobre la condición de vida de la gente común, y otro de retroceso.

“La oferta distinta a Macron es autoritaria, nacionalista, xenófoba y que mira hacia el pasado. Entre estas dos opciones deberán escoger los franceses”, dice a este diario.

Jean Jacques Kourliandsky, investigador asociado del Instituto francés de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), asegura que esta elección representa la prolongación de la crisis que padece el sistema institucional francés desde 2002, cuando los electores apoyaron masivamente al candidato republicano Jacques Chirac para evitar la llegada al Elíseo del ultranacionalista Jean-Marine Le Pen.

Como ocurrió hace dos décadas y en 2017, los franceses están llamados a votar por el mal menor y para elegir entre dos proyectos que no entusiasman a la mayoría. El resultado, dice el estudioso, aumento de la abstención y distanciamiento cada vez mayor de los franceses con las instituciones.

“Esta elección atípica es el reflejo de esta crisis que tiene 20 años y que es el fruto de algunos choques sufridos por el país, el fin del periodo colonial en los años 60 con la independencia de Argelia, el shock petrolero de los años 70, la entrada en la globalización económica, con la deslocalización de empresas, pérdida de las bases industriales del país, aumento de la desocupación y la participación en un sistema europeo que quita desde el Tratado de Maastricht de 1992 muchos instrumentos económicos y financieros a gobiernos de izquierda y derecha”.

“El sistema no consigue reflejar los problemas de la gente, hay una desagregación de la economía del país, de lo social, del denominador común. El que llega a la presidencia francesa , cada vez más por los efectos de la globalización, no puede hacer lo que quiere, sólo plantearse cosas. La gente lo sabe, por eso, cada vez más no votan o votan en blanco”.

Así que la revancha entre Macron y Le Pen es el resultado de un sistema político que no logró renovarse en cinco años de gobierno centrista.

Macron prometió la noche de su elección en 2017 “eliminar las razones para votar por los extremos”, pero fracasó, el resultado fue que los grupos de extrema derecha e izquierda, en combinación, sumaron casi el 60% de los votos en la primera ronda; y Le Pen emergió como el más fuerte de los candidatos extremistas,

Kourliandsky sostiene que Le Pen repite en la final presidencial porque se convirtió en la fuerza que reúne más apoyo de la clase obrera, logró hábilmente esconder la parte ideológica de su programa para aparecer como la defensora del monedero de la gente que no consigue llegar a fin de mes.

“Se cuidó mucho de no hablar fuerte, de no aparecer como militante de la ultraderecha, intentó crear la imagen de una mujer que podría ser presidenta en nombre de las mayorías populares”.

“Pero al final, pese a que lo escondió, cuando uno lee el programa de Le Pen, es claro, es discriminatorio al hablar de preferencia nacional, y busca debilitar los contrapoderes dentro del funcionamiento de la institucionalidad francesa abusando del recurso del referéndum, una tradición Bonapartista en Francia”.

Igualmente ocultó su euroescepticismo, si bien ya no habla de salir del euro o la Unión Europea , quiere una Europa tipo de alianza de estados soberanos y no integrados como es el proyecto actual.

Todos estos elementos, continúa el analista, permiten entender porque pese a que Macron aparece como favorito el domingo, la puerta todavía está abierta para la sorpresa.