San José
“Más de 10 mil muertos”, anunciaron el 9 de mayo pasado los reportes oficiales sobre el impacto del coronavirus en Brasil, en una fecha de creciente desdicha nacional. Fiel a su hoja de ruta, el presidente Jair Bolsonaro prefirió irse ese día a pasear en una motocicleta acuática en el lago Paranoá, en Brasilia.
Pese al manto de luto que cubrió ese sábado de dolor a millones de habitantes por el avance del Covid-19 al sobrepasar una nueva cifra fatídica, el gobernante y capitán ultraderechista optó por anteponer sus pasiones deportivas y recreativas. Con su desafiante actitud, alimentó el repudio en su contra por el desprecio que evidenció frente al azote de la más grave crisis humanitaria del siglo XXI en el gigante latinoamericano y a la que desde un inicio definió como “gripecita”.

“El momento en Brasil es de caos debido a la pandemia. El presidente nunca hizo un punto de negociación. Confunde el sistema brasileño de presidencialismo de coalición con fisiologismo”, al ejercer el poder con acciones políticas a cambio de favores y beneficios, explicó Deysi Cioccari, politóloga, comunicóloga, académica y experta en Bolsonaro a EL UNIVERSAL.
“Siempre se ha pronunciado en contra de las negociaciones con el Congreso Nacional, pero en los últimos meses, bajo el asedio de la Policía Federal, ha cambiado de ministros y jerarcas de justicia y creado un verdadero balcón para negociar puestos gubernamentales”, afirmó la especialista.
En un país que ayer llegó a más de 438 mil casos y más de 26 mil 750 muertos por el virus, y que el 25 de febrero reportó el primer contagio en América Latina y El Caribe, la emergencia “se ha manejado extremadamente mal”, recalcó.
Pero a la consolidación de su nación como un epicentro del brote, los brasileños sumaron este mes el prolongado choque de Bolsonaro con aliados y enemigo y sin salirse de su libreto de confrontación.
El lío recrudeció luego de que un tribunal de Brasil divulgó la semana pasada un video del pasado 22 de abril en el que, reunido con su gabinete, el gobernante se mostró molesto e intentó vulnerar la independencia de la Policía Federal para silenciar investigaciones por presuntos negocios millonarios irregulares de sus hijos y 17 parientes y de amistades.
La grabación registró una declaración clave del mandatario: “No voy a esperar a que jodan a mi familia con mala fe, o a un amigo mío, porque no puedo cambiar a alguien de la seguridad que pertenece a la estructura. Se cambia; si no se puede, se cambia al jefe, si no se puede cambiar al jefe, se cambia al ministro. Y punto final. No estamos aquí de broma”.
Por las secuelas de ese hecho, Bolsonaro se topó con aguas turbulentas por la amenaza de ser sometido a juicio político. Con o sin motocicleta acuática, debió navegar en el deterioro de la gobernabilidad en su cuatrienio que inició en 2019 y concluirá en 2022, con el sueño de reelegirse y liderar hasta 2026.
Al aclarar que por la catástrofe sanitaria no hay suficiente apoyo para el juicio, Cioccari recordó que el militar en retiro tiene mayoría parlamentaria. Pese a “ser un gerente terrible” y con “rasgos autoritarios”, apostó por la “carta correcta” para escapar del proceso y, en pactos “de desesperación y pura supervivencia”, aliarse a viejas e influyentes fuerzas de germen castrense, mencionó.
Brasil quedó en el dilema de priorizar el factor salud y denunciar al jefe de Estado y de gobierno por su respuesta o ir a un tercer rito de destitución de un presidente que, precedido por los que hubo contra Fernando Collor de Mello (1990-1992) y Dilma Rousseff (2011-2016), sería otro golpe a una democracia de apenas 35 años.
Al comparar la reacción de Bolsonaro a la pandemia con la del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el analista político y periodista peruano César Campos declaró a este diario que ambos exhibieron “una actitud displicente, riesgosa y que encierra el ánimo de quebrar principios elementales de la democracia.
“Aunque provienen del voto popular, no hacen respetar los procedimientos propios de la democracia para no imponer su voluntad, sino más bien, ante una tragedia tan terrible como la expansión de un virus, imponen solamente su voluntad y sus puntos de vista”, añadió el experto.
Tras acusarles de “lesionar la esencia misma del sistema de libertad”, el especialista pronosticó que Bolsonaro será recordado así en la historia y el mal que le está causando a Brasil será “inconmensurable. El precio que tendrán que pagar los brasileños será muy grande”.