Alegre, sonriente, feliz, rebelde, “muy vaga” y platicadora, es como los vecinos de la recuerdan. Su asesinato despertó a toda la comunidad de San Sebastián en la alcaldía Xochimilco.

Colectivos, organizaciones civiles y gente que no la conocía llegó a su pequeña casa a darle muestras de apoyo a su familia. Unos llegaron con despensas, otros con dinero, el resto, puso sus manos para limpiar el lugar donde sería velada.

Sacaron la basura, limpiaron la calle frente a su casa, improvisaron una lona. Tuvo que pasar una tragedia así para que se organizaran, para que todos presentaran sus respetos, “el dolor nos unió, me gustaría que desde siempre fuera así y quizá, así se pudiera evitar la tragedia, pero creo que es demasiado tarde, nada de lo que hagamos ahora nos regresará a nuestra Fátima”, comentó Cleotilde, una vecina.

La pequeña vivía con su familia en una condición precaria. Dos adultos y tres niños vivían en un cuarto de no más de 10 metros cuadrados ubicado en la calle María Dolores Obregón.

El trabajo y los quehaceres diarios de los adultos, obligaron a la menor de siete años a crecer prácticamente sola, su compañía siempre eran sus dos perros: Lucky y Spike.

“Platicadora y muy traviesa”, así recuerdan vecinos a Fátima
“Platicadora y muy traviesa”, así recuerdan vecinos a Fátima

Las veladoras, colores y globos blancos nunca faltaron. Aproximadamente a las 16:00 horas se presentaron niñas de sexto año de primaria y primero de secundaria y se identificaron como integrantes del Colectivo Violeta. Antes de arribar al domicilio reunieron 6 mil pesos, e íntegros, se los dieron a la familia.

Eran no más de 20 jóvenes que sorprendieron a todos los asistentes, pues llegaron marchando, con sus voces agudas, de niñas, alentando a todas las mujeres “a no dejarse”.

Fátima, tranquila hermana, aquí está tu manada”, coreaban mientras llegaban a la puerta.

A las seis de la tarde llegó el féretro. Se formó una valla humana para que el pequeño ataúd blanco pasara lentamente, los aplausos y las lágrimas no se hicieron esperar, “Fátima, Fátima, Fátima”, gritaban todos. El llanto de su madre y abuelo se escuchó a lo lejos. “Ya es muy, muy tarde, todos le fallamos a la niña, todos, de nada sirve que estén todos aquí cuando ella nos necesitó, no había nadie”, reclamó Cleotilde, al tiempo que se retiraba del lugar.

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