Sri Lanka

no es uno de los países que ha estado en las noticias en los últimos años a causa de terrorismo. Lamentablemente, ese no era el caso durante los años previos al 2009 , cuando a lo largo de una cruenta guerra civil, escuchábamos de cantidad de ataques suicidas cometidos por los Tigres Tamiles .

Pero tras el final de ese conflicto, el grupo prácticamente se desvaneció. Así que, sin duda, llama la atención tanto el país elegido para cometer una serie de atentados que han terminado con la vida de más de 200 personas, además de provocar cientos de heridos, como la coordinación y dimensión de los ataques. Lo primero sin duda es solidarizarse con las víctimas directas e indirectas. Lo siguiente es tratar de aportar un poco de contexto para intentar entender lo que ha sucedido y con un poco de suerte, provocar reflexión acerca de una manifestación de la violencia que, por su naturaleza y eficacia, tiende a crecer. Van algunas notas al respecto partiendo de que hasta el momento de este escrito la información que tenemos es limitada y ningún grupo ha reivindicado los ataques.

1. Como contexto, Sri Lanka es un país pluriétnico y religiosamente diverso. Un 70% de sus habitantes es budista, aproximadamente 13% son hinduistas, 10% son musulmanes y 7% son cristianos. Hasta el 2009, Sri Lanka vivió una guerra civil de más de dos décadas en la que determinados grupos separatistas buscaban la independencia de una región del país, la región tamil. Los Tigres Tamiles fueron mundialmente conocidos por sus ataques suicidas como táctica de combate (entre otras tácticas), ataques que incluyeron a muchos civiles entre sus víctimas, lo que, naturalmente, dejó marcada a una parte de la población cingalesa con terror y sufrimiento.

2. Sin embargo, tanto por la dimensión de los atentados de hoy, la coordinación, la selección de los blancos y la mecánica empleada, todo parece indicar que estamos ante ataques típicos jihadistas. Esto deberá confirmarse con las investigaciones. No olvidemos que hay ocasiones en las que grupos como Al Qaeda, eligen reivindicar sus atentados hasta pasado un tiempo de los mismos, e incluso hay algunos que no son reivindicados. Aún así, vale la pena comentar algunos puntos al respecto.

3. Los atacantes buscaron atraer la atención masiva de actores políticos y medios no solo en Asia sino en todo el planeta, particularmente en Occidente. Dos factores nos hacen suponer lo anterior:

(a) Todas las semanas hay atentados terroristas cometidos en Asia y en África. Cuando los ataques producen unos cuantos muertos y heridos (triste decirlo así pues cualquier víctima inocente es algo que hay que lamentar profundamente), normalmente pasan desapercibidos o reciben muy poca cobertura mediática. Incluso, el terrorismo cometido en países donde llega a haber dos o tres ataques por semana—Irak, Afganistán o Siria por poner ejemplos—tiende a normalizarse para audiencias y medios. En esos casos, dichos atentados dejan de ser “noticia” y al resultar poco atractivos mediáticamente hablando, son omitidos o muy brevemente cubiertos. Esto, en la experiencia reciente, ocasiona que, para verdaderamente jalar la cobertura y la atención de medios globales y redes sociales en distintas partes del planeta, cuando se comete atentados fuera de ciudades occidentales (o ciudades importantes en otras partes), hace falta provocar bajas masivas a través de ataques enormemente visibles. Pareciera que solo si hay decenas o cientos de muertos, estos atentados llaman la atención de audiencias globales. Por consiguiente, cuando los ataques tienen este grado de sofisticación y visibilidad, es común que la audiencia-objetivo buscada por los atacantes rebase a la localidad en donde estos son cometidos. Esto en teoría nos hablaría de grupos que tienen aspiraciones no limitadas al territorio o país donde se cometen estos actos.

(b) Los blancos elegidos: cristianos que iban a rezar a sus iglesias y turistas en hoteles, son blancos típicos de grupos jihadistas. La selección de la fecha, el Domingo de Resurrección, además de las víctimas buscadas que incluían extranjeros, hacía probable que los eventos atrajeran la cobertura global deseada.

4. Acá por lo tanto hay varios mensajes que pretenden ser comunicados. Primero, la vigencia y relevancia del grupo perpetrador. Este mensaje buscaría establecer que su presencia y sus víctimas se ubican en cualquier parte del globo. Esto, sin importar cuánto territorio le haya sido arrebatado (en el caso de ISIS) o las presuntas victorias en su contra (caso de Al Qaeda). Dichas organizaciones han tenido la capacidad de expandir sus metas, sus lealtades, sus banderas y han logrado establecer filiales y células en decenas de países. Segundo, cualquiera que sea “infiel” es una víctima potencial. Donde quiera que haya iglesias y cristianos (o bien, musulmanes de otras filiaciones o creencias, quienes no se comportan de acuerdo con la interpretación del islam de los grupos perpetradores), puede ser alcanzado por las manos justicieras en sus sitios de oración. ¿Por qué Sri Lanka? Esto deberá ser clarificado conforme las investigaciones avancen. De entrada, el elemento sorpresa o la facilidad logística pudieron haber jugado un papel, aunque sin duda, estos ataques podrían estar señalando una militancia que tenía tiempo de estarse organizando sin haber sido detectada a tiempo. Según últimos reportes, la policía habría advertido que las iglesias podían haber sido blancos de ataques. Sin embargo, la falta de prevención indica que el grupo—sea este local, global, o alguna filial local de una organización global—no fue detectado con tiempo suficiente.

5. Independientemente de ello, mensajes como los que describo provocan dos efectos psicológicos paralelos. De un lado, terror—con todos los correlatos que ello conlleva, como, por ejemplo, la alimentación del otro extremo: el ánimo de la venganza o castigos colectivos, y el apoyo político a líderes de mano dura que prometen terminar con los agresores—y del otro lado, un enorme poder de atracción y encanto. Esto último se manifiesta en seguidores duros, quienes concuerdan con metas y métodos del grupo perpetrador, o bien, en seguidores suaves, quienes no coinciden en los métodos, pero concuerdan con las metas o tienden a justificar la violencia cometida. Para Al Qaeda o ISIS, que han sufrido importantes reveses en los últimos años, el mantenerse vigentes con este tipo de seguidores resulta indispensable.

6. Esta serie de mensajes es hoy en día asistida por los propios patrones de comportamiento de nuestras sociedades y los avances en la tecnología de comunicación. Los ataques terroristas, con todo su horror, se montan veloz y masivamente en nuestra necesidad de compartir imágenes y videos, con conocidos y desconocidos, en todas nuestras redes sociales. Esta dinámica de masas rebasa a los medios de comunicación tradicionales quienes buscan no quedar atrás en la cobertura. De este modo, se alimenta sin desearlo, la espiral en la que el terror (y otros efectos psicosociales que le acompañan como frustración apatía, enojo, ira, impotencia, entre muchos más) es reproducido continuamente y sin descanso durante horas (a veces durante días), aportando una enorme eficacia a los actos cometidos, lo que, a su vez, incentiva la comisión de actos similares.

7. Y entonces, pasa que líderes políticos de países afectados y no afectados, se sienten obligados a responder mediante la fuerza, cosa que a veces hacen mediante políticas o estrategias militares, las cuales históricamente en lugar de terminar con esa manifestación de violencia, han provocado su incremento. Hoy, por ejemplo, hay cuatro veces más muertes por atentados terroristas en el mundo que en 2001 cuando se cometieron los ataques del 9/11. Esto, en contraste con estrategias más pensadas y finas como, por ejemplo, el uso efectivo de inteligencia coordinada, además de herramientas de desradicalización, entre otras.

8. Ahora bien, no hay evidencia de que censurar las redes sociales o hacer “llamados a la cordura” a los usuarios cuando existe un estado de conmoción colectiva, sean acciones que tengan éxito. Tampoco hay respuestas claras en cuanto a cómo detener la dinámica de masas que describo. Lo que sabemos es que el terrorismo tiene causales que son estudiadas año con año, entre las que se ubican condiciones materiales—como la inestabilidad, el conflicto armado o la violencia perpetrada por los gobiernos—y condiciones inmateriales—que tienen que ver con cómo ciertos individuos y grupos perciben sus propias condiciones materiales, o cómo perciben la responsabilidad de potencias, gobiernos, o grupos políticos, étnicos o religiosos en cuanto a esas circunstancias locales o internacionales percibidas, lo que detona procesos de radicalización de personas, células y organizaciones. Estos procesos varían de país en país y de sociedad en sociedad. Lo que motiva a un atacante en París no es lo mismo que lo que ocurre con el proceso de un individuo u organización en Nigeria o en Asia del Sur. Entender cómo se gesta y reproduce esta clase de violencia puede ayudar a proponer salidas que no consistan en respuestas que la reactiven o alimenten de mayor manera.

Seguiremos pendientes y escribiendo sobre el tema conforme fluya mayor información.

Twitter: @maurimm

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