El turismo es una industria que crece paso a paso y que puede desvanecerse como el aire. Celebramos que europeos, chinos y turcos lleguen en nuevos vuelos a la Rivera Maya pero destinos como Acapulco se están descuidando. También está el reto de aprovechar el turismo local, en zonas como el Valle de México.

La Organización Mundial del Turismo reconoció a México en 2018 como el sexto país en recepción de turistas de todo el planeta; con 39.3 millones superó a Reino Unido, Turquía y Alemania. Los turcos fueron los primeros en reaccionar, incluso antes que alemanes, británicos y nosotros mismos.

En 2018 aplaudimos el nuevo vuelo de la aerolínea turca a Cancún y la Ciudad de México. Turkish Airlines importa, no sólo por su prestigio y por atraer turistas turcos, sino porque nos enlaza con los negocios de Asia Central y facilita conexiones frecuentes de mexicanos con destinos como Líbano e Israel.

Un problema del turismo es precisamente sólo pensarlo como lujo o playa. Cancún se asocia con palabras como calidad y cultura, pero también con caro. El otro riesgo es la seguridad, íconos como Acapulco se conforman con al mercado mexicano porque los extranjeros dejan de visitarlos. Además, ponemos poca atención al turismo espiritual y al de fin de semana.

Un destino lleno de energía es Chalma, poco conocido fuera del centro de México como lugar recreativo o de vacaciones. En una ocasión un funcionario de Nuevo León comentó que pensaba que Chalma era sólo un dicho, que no sabía que realmente existiera. Chalma pasa imprevisto en ocasiones en el sur mexicano, aunque sus más de 2 millones de peregrinos asemejan la población total de Tabasco y el doble de Campeche.

Lo que tienen en común Cancún y Chalma, además de la “C”, es que deben estar mejor conectados. En Cancún y la Rivera Maya se viaja muy rápido al aeropuerto, mas es lento y costoso transportarse a sus playas y alojamiento. A los extranjeros les molesta lo lento y a los mexicanos lo caro, pero los más afectados son los negocios locales porque no llegan hasta ellos. Un metrobús ecológico está justificado ahí, dónde hay más de 6 millones de visitantes al año.

En el caso de Chalma, la conectividad puede mejorar la calidad, el acceso, hacerlo más económico y cuidar el medio ambiente. Carreteras más amplias ayudan a que los autobuses den mejor servicio y bajen sus costos. Un flujo constante de turistas durante todo el año mejoraría la seguridad en la zona, el cuidado de los bosques y ayudaría a reducir la tala.

Miles de peregrinos llegan en bicicleta y un carril para ciclistas importa ahí como en el Paseo de la Reforma. Para visitar la pirámide de Malinalco en bicicleta desde Chalma sólo se requieren 40 minutos, recorrido en la naturaleza que podrían realizar familias y niños, en un sitio en la mira de la UNESCO.

Los destinos bien conectados ayudan a que una persona de ingresos modestos pueda tener un fin de semana agradable y que más turistas internacionales gasten en negocios locales.

Incluso, invitan a que un europeo, turco o empresario de Monterrey conozca, además de Cancún, santuarios culturales y ecológicos como Chalma.



Especialista en Geopolítica y miembro de COMEXI


***En la imagen iglesia en Chalma. Foto: ARCHIVO. EL UNIVERSAL

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