Una botarga en color azul intenso, baila con movimientos hipnóticos frente a un comercio de accesorios que ve pasar a cientos de potenciales clientes en la periferia de la capital veracruzana.

A unos cuantos kilómetros, al otro lado de la ciudad de Xalapa , un payasito ataviado con ropajes multicolores roídos desgarra en una pollería sus cuerdas vocales ante la mirada de docenas de paseantes: ¡polloooossssss a dos por uno y mediooooo!

Las colonias populosas y las llamadas pomposamente ciudades satélite de las grandes ciudades de son un hervidero de gentío en plena emergencia por el coronavirus.

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Las principales avenidas de las urbes y sus centros históricos se han vaciado poco a poco ante la cuarentena, pero los rincones de esos enjambres se mantienen vivos, en constante movimiento, con comercios de todo tipo abiertos.

Mujeres, hombres, niños, ancianos, algunos con cubrebocas y otros al natural, arriban lo mismo a pie que en autos particulares, taxis y motocicletas a los micro espacios comerciales que crecieron durante años en calles de reductos de clase media y baja.

Las imágenes de las botargas con sus movimientos sensuales en polvorientos escenarios, los payasitos atrayendo clientes y hasta el ejército maltrecho de promotores de internet y telefonía se repite también en la zona conurbada de Veracruz -Boca del Río, la zona nice del Estado.

Veracruzanos, entre la incredulidad y la necesidad ante el Covid-19
Veracruzanos, entre la incredulidad y la necesidad ante el Covid-19

Foto: Edgar Ávila\El Universal

El malecón -donde los residentes de fraccionamientos residenciales se pasean en bicicletas y patines arropados por el vaivén de las aguas del Golfo de México- luce desértico, solo un par de almas se atreven a retar a los 36 grados centígrados y al implacable sol.

Sin embargo, en las entrañas de esta poderosa zona metropolitana económica, cientos de lugareños atiborran pequeñas fondas, supercitos y puestos ambulantes, en lo que pareciera una rebelión de la clase trabajadora.

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Salvo los llamados de #QuédateEnCasa de las autoridades estatales, pocas son las restricciones para miles de habitantes de esta región mexicana, quienes se mueven entre la incredulidad de un virus mortal y la necesidad de buscar ingresos.

En municipios medianos, como Papantla, Minatitlán, Córdoba, sus zonas comerciales de sus centros lucen como un hormiguero previo a una gran tormenta: ejemplares de todo tipo entrando y saliendo de comercios y llenando banquetas cargando alimentos y alguna que otra cosa que nada tiene que ver con la supervivencia.

En lo que parecieran algunos brotes de medidas, como prohibir el acceso a extraños a municipios y ordenar la obligatoriedad de cubrebocas en otras demarcaciones, en la mayoría de las zonas veracruzanas se deja al libre albedrío cuidarse del Covid-19.

Es así que los fraccionamientos de clase media y alta se mantienen estáticos, con sus moradores confinados en sus hogares por decisión propia, compartiendo en redes sociales sus comidas, sus rutinas de ejercicios y sus bebidas alcohólicas; pero en los submundos de las urbes, como si se tratara de la deep web, hay un mundo aparte sin restricciones y con la necesidad de comerciar lo que sea.

shgm

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