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La galera de lámina ocupa la mitad del terreno familiar; por la mañana es un taller de talabartería (elaboración de calzados) y por la noche se convierte en tlayudería, la otra mitad del solar cercado con malla está montado en una casa de lona blanca que durante el día funciona como habitación y por la noche es Iglesia evangélica.

Pero el taller de talabartería es el que ocupa más tiempo el predio, ubicado a orillas de la calle Carranza en la Octava Sección “Cheguigo” de Juchitán, una de las zonas más afectadas por el terremoto de 8.2 grados del 7 de septiembre. Desde la 6:00 de la mañana hasta las 6:00 de la tarde un total de seis trabajadores se paran golpeando con martillos las más de 300 plantillas de huaraches tradicionales de piel y material sintético.

Este taller no tiene nombre, pero es uno de los 20 talleres que producen los famosos huaraches de piel de ganado que se venden en los mercados locales y se logran ofertar en otros estados del sureste, aún con la crisis que atraviesa por perder el patrimonio familiar, el dueño Luis Alberto Luis se levantó con lo que logró salvar de las ruinas de su antiguo taller y retomó su producción.

Poco a poco, desde hace un mes comenzó a producir alrededor de 18 docenas entre dos talleres familiares, aunque no ha sido fácil volver a colocarse en el mercado local por la falta de dinero y la paralización del comercio en el primer mes, a dos meses ya están el ritmo habitual.

“Estuvo muy feo al principio, en el taller se tardó un mes comenzar porque el patrón perdió su casa y tardó en limpiar y construir la galera, pero todos los trabajadores la pasamos mal hasta un mes. Gracias a Dios, los clientes empezaron a pedir la mercancía y se arrancó otra vez, y aquí estamos, no en las mejores condiciones pero sí trabajando, porque nadie nos va dar de comer”, explica Ulises Luis, trabajador del taller.

A unos 20 metros, al final de un callejón, una galera de material derruído funciona también como talabartería, un primo de Luis Alberto, José Manuel Luis Luna, la administra desde hace 20 años; este espacio lo ocupan dos mesas largas de madera sobre las cuales están colocadas las piezas de huaraches casi terminadas.

Por la noche ese taller se convierte en dormitorio para toda la familia de José Manuel, ya que la vivienda que habitaban es una de las más de 8 mil casas en toda la región del Istmo de Tehuantepec que el gobierno federal demolió por representar un peligro.

José Manuel tenía antes del terremoto tres trabajadores que elaboraban al día más de 10 docenas de calzado tradicional, que ofertaba tanto en Juchitán como en los estados de Tabasco y Chiapas, después del sismo y perder su patrimonio sólo él está en su taller elaborando tres docenas, al día que busca vender en mercados de la región, la caída de su producción es de más de la mitad, aun así se arriesgó a comenzar de nuevo.

“La Talabartería es un buen negocio, porque sólo como 20 familias de Cheguigo lo mantienen y dan trabajo a otras 50 familias, pero después del terremoto se vino abajo todo, no hubo venta, todo lo perdimos, pero no podíamos esperar más y sin apoyo del gobierno, no nos quedó más que levantarnos solos, aquí estamos empezando de cero en todo”, apunta José Manuel sin quitar la mirada de la plantilla que lima.

Las más de 20 familias que se dedican a este tradicional oficio en el barrio de Chegugio comenzaron a reactivarse por iniciativa propia, sin un apoyo especial del gobierno federal ni estatal, no lograron acceder a los recursos del Servicio de Administración Tributaria (SAT) por ser artesanos que no están dados de alta ante hacienda, mucho menos a créditos bancarios para levantar su producción, al contrario solos buscan aperturar sus propios nichos de mercado en la región y fuera de ella.

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