Carmen Carmona Maganda durmió sentada toda la noche del jueves: el huracán Max le inundó su casa.

“Dormimos sentados, no había forma, todas las camas estaban empapadas, el agua entró por todos lados, llegó hasta unos 50 centímetros”, cuenta la mujer en el patio de su casa, que ahora es una extensión del arroyo que cruza su pueblo, Estero Verde, en el municipio de San Marcos, en la Costa Chica de Guerrero.

Carmen sintió la potencia de Max como a la una de la tarde. Los palos donde van las láminas con las que cubre su casa se levantaban con gran facilidad y los árboles que tiene cercanos, cuenta, se doblaban por las ráfagas de viento. A esa hora, lo único que atinó hacer junto con su esposo, sus cinco hijos y sus cuatro nietos fue meterse a uno de los cuartos para refugiarse. El sonido del aire y los golpes de los palos de sus techos los mantenían alertas todo el tiempo.

Así estuvieron casi cuatro horas, mientras Max pasaba por la Costa Chica de Guerrero.

Alrededor de la una de la tarde tocó tierra en el poblado de Pico del Monte, en Cruz Grande, muy cerca del pueblo de Carmen.

Los mayores daños se registraron en Cruz Grande y en el municipio de San Marcos.

En su patio, Carmen tenía un criadero de gallinas ponedoras que junto con otras mujeres obtuvieron del programa federal Prospera. De las 10 gallinas que tenían, el huracán les dejó apenas dos, a las demás se las llevó la corriente que entró en su casa.

Después de dos días de trabajo, la casa de Carmen ya está seca, pero todo lo demás se encuentra dañado.

Pero por ahora tienen en la mente la escasez de alimentos. A los pueblos cercanos, Las Vigas y la cabecera municipal han ido a comprar, pero cada vez es más difícil encontrar quien les venda.

En el pueblo de Carmen, el huracán Max entró con potencia. Por donde se mire, en Estero Verde se ven casas sin techos, árboles caídos y casi todas las calles están inundadas, así como las casas.

Carmen no espera ayuda del gobierno. Dice que en 1997, con el huracán Paulina, su casa se derrumbó y ninguna autoridad le ofreció ayuda, tuvo que levantarla con su familia con sus propios recursos. Igual le sucedió hace cuatro años con el paso de la tormenta Manuel y el huracán Ingrid: llegaron funcionarios y les dieron beneficios a los que no fueron afectados. Recuperar lo que perdió le costará mucho trabajo porque, dice, una familia de campesinos gana muy poco, apenas para sobrevivir.

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