Guadalupe.— “Todos creíamos que iba estar vestido”, “Aquí [en el pueblo] sabíamos que se le estaba haciendo su vestimenta, pero ahora que lo vimos sin ropón nos causó sorpresa”, “Yo digo que se ve más bonito así, tal como son los niños Dios, sólo que éste es gigante”, coincidieron los feligreses que hicieron largas filas para la ceremonia religiosa que permitió la apertura del Templo de la Epifanía del Señor, en la comunidad de Zóquite, municipio de Guadalupe.

Finalmente llegó el gran día: la gran fiesta de esta localidad, ubicada a 22 kilómetros de la capital de Zacatecas.

Desde temprano, decenas de vehículos arribaron a la localidad, no sólo con pobladores y migrantes como es la costumbre. También llegaron visitantes de otras partes del país y prensa para conocer al afamado Niño Dios más grande del mundo, el cual mide 6.58 metros de altura y pesa 750 kilos.

Cerca del mediodía, un grupo de hombres con camisa blanca, pantalón negro y gafete azul, del equipo del comité organizador parroquial, comenzó a dar ingreso a los feligreses a cuentagotas, mientras que por el micrófono se advertía que sólo entrarían 600 personas; los demás deberían permanecer formados afuera y, al término de la ceremonia, se les daría acceso.

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Al entrar al nuevo recinto llama la atención la enorme efigie del Niño Dios que permanece sólo con su calzón, a pesar de que se le confeccionó un ropón del que pocos saben su destino.

La gigante escultura tuvo diversas modificaciones a cómo llegó hace dos meses. Sus ojos ya no son azules, ahora son café oscuro; se le dibujó más pelo en la frente; sus mejillas son más rosadas, pero uno de los más grandes cambios fue el del abdomen, puesto que se le quitaron las marcas que tenía, ya que era una de las áreas más criticadas.

El obispo Sigifredo Noriega Barceló explicó que “fueron ajustes normales que se hacen para perfeccionar una imagen. Se pueden hacer hasta que se llega al lugar en el que quedará. El cambio de los ojos azules fue porque deben representar a los ojos del pueblo al que va”.

El prelado afirmó que estaba muy contento, pero a la vez sorprendido por el fenómeno que vive Zóquite, pues dijo que si no fuera por el Niño Dios, ese lugar no hubiera sido conocido en el mundo.

Sin embargo, consideró que es una lección para muchos pueblos, a fin de que se animen a construir templos religiosos.

La ceremonia

Al mediodía, el sol calaba a los feligreses que se quedaron afuera del recinto, quienes, aún así, no desistieron en su objetivo para conocer al Niño Dios, el nuevo atractivo de Zóquite.

Adentro del templo, en primera fila, estaban el gobernador Alejandro Tello y su esposa Cristina Rodríguez, junto con los fieles del lugar.

En punto de las 13:00 horas comenzó el rito de dedicación del templo y del altar, oficiado por el obispo Sigifredo Noriega Barceló, quien explicó que era un acto similar al sacramento del Bautismo.

Después de dos horas, la ceremonia llegó a su fin. Entre los aplausos de los asistentes, el párroco local Humberto Rodríguez felicitó a todos los habitantes de Zóquite e hizo un reconocimiento especial a Hilario Fuentes González, maestro jubilado de 58 años de edad, quien fue el encargado de dibujar todas las figuras del templo en aproximadamente un año y medio, lo cual hizo de manera voluntaria y sólo le otorgaron la materia prima.

Después de la ceremonia comenzó la quema de cohetes afuera del lugar, con la cual anunciaban la apertura del nuevo templo de la Epifanía, después de 81 años de funcionamiento de la iglesia antigua.

Así fue como se abrieron las puertas a toda la feligresía. Al entrar, hombres, mujeres y niños quedaron sorprendidos por el tamaño de la figura y... porque no tenía ropón.

Afuera se vivía un día de fiesta con la algarabía de las familias, como la de Janeth González, quien —acompañada de su esposo y sus tres hijos— reconoció que sigue incrédula de la gran fama que acaparó el Niño, y confía en que esto ayude a que se incremente la fe católica.

Así transcurrió el gran día de Zóquite por el Día de Reyes, la bendición del Niño Dios gigante y los festejos de la Epifanía; en los que no faltó el raspar de los huaraches de los incansables matlachines y el júbilo de los comerciantes que vendían de todo, excepto imágenes del nuevo Niñote, pues dicen que esas se harán hasta que sepan bien cómo va a quedar definitivamente.

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