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Acapulco.— La mañana de ayer, en sesión extraordinaria, el cabildo de Acapulco nombró al policía federal Geovanni Raúl Mejía Olguín, como secretario de Seguridad Pública (SSP) municipal, propuesto por la alcaldesa Adela Román Ocampo.

Mejía Olguín tiene 43 años de edad, es originario de Acapulco y se ha desempeñado como oficial segundo en el área de investigación de la Policía Federal, además de haber trabajado en la Agencia Federal de Investigación de la Procuraduría General de la República (PGR).

La alcaldesa afirmó que para el nombramiento de Mejía Olguín no solicitó el aval del equipo de transición del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, pues indicó que los integrantes del próximo gobierno confían en las autoridades del puerto.

Sin embargo, desde antes de que tomara protesta como alcaldesa de Acapulco, Román Ocampo había declarado que nombraría al titular de Seguridad Pública del puerto hasta diciembre, cuando entrara en funciones el nuevo gobierno federal, para que estuviera acorde a la nueva estrategia para combatir la violencia.

Sobre los agentes municipales, la alcaldesa dejó claro que sólo a los policías que estén acreditados y certificados se les volverá a armar.

Sin control. La SSP en Acapulco estuvo un mes y ocho días sin titular. El 25 de septiembre, la Marina, el Ejército, las policías Federal y Estatal tomaron la corporación por estar presuntamente infiltrada por el Cártel Independiente de Acapulco (Cida).

Ese día detuvieron a dos mandos acusados de asesinato, detectaron que menos de 50% de los agentes estaban sin certificar y sin aprobar los exámenes de control y confianza, además de un faltante de 342 armas.

Desde ese día a la fecha, la violencia en Acapulco se intensificó: fue asesinado un locutor, un empresario, una médica, una profesora, una comerciantes y una mesera. Se reportó la desaparición de por lo menos 10 mujeres e intentaron secuestrar a cinco estudiantes.

Durante dos días hubo ataques en el zócalo del puerto, donde murió un hombre e hirieron a otras cuatro personas y más recientemente apenas el martes pasado se registró un enfrentamiento en el que murieron cinco jóvenes.

La violencia ha trastocado la vida del puerto: ha provocado desplazamiento forzado, cierre masivos de negocios; en cuanto el sol cae para muchos la vida se termina, los niños toman clases en escuela vigiladas por militares y policías; mientras que el turismo —la principal fuente de ingreso de la localidad— está hundido, pues el gran turismo se terminó y la esperanza de los paseantes está en los habitantes de la Ciudad de México.

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