A sus 10 años, Sofía tiene un IQ de 158 puntos (dos menos de los que se estima tenía Albert Einstein), piensa en ser veterinaria y ya se pregunta cómo desarrollar prótesis biomecánicas para animales que han perdido una extremidad o un órgano. A sus 8 años, Luis Ángel supera los 130 puntos de IQ, por lo que es considerado un niño “superdotado” y problematiza con el tiempo que tarda un mensaje de correo electrónico en ir hasta donde tenga que llegar para volver y caer en la computadora del compañero que tiene a un lado.

Desde los cuatro años Sofía demostró una capacidad extraordinaria al poder nombrar y ubicar en un mapa los 32 estados del país; en cuarto año de primaria la maestra llamó a sus padres para decirles que algo tenían qué hacer, pues antes de que ella pudiera terminar de explicar un tema, Sofía ya había comprendido y contestado todos los ejercicios del libro de texto.

Para Luis Ángel la escuela siempre ha sido aburrida, le gustan los retos, la aventura, los videojuegos y cuestiona el método de una de las maestras para poner orden en el salón: “Tenía una campanita y si no nos callábamos cuando la tocaba nos hacía poner las manos en la cabeza durante un minuto, y si no nos callábamos, otro minuto”. Pero acompañando a su mamá a algunas clases para hacer prótesis dentales aprendió cómo se hace un modelo en resina y lo puede explicar paso por paso.

Ambos forman parte de la primera generación de alumnos del Centro Educativo para Altas Capacidades (CEPAC), la única escuela pública del país diseñada para trabajar con niños como ellos.

El CEPAC es un proyecto del gobierno de Jalisco e inició su trabajo con 105 alumnos el pasado 4 de septiembre. Forma parte de la estrategia de educación especial de la administración estatal, que no sólo se ha centrado en atender a los niños y jóvenes con alguna discapacidad, sino que se ha planteado poder trabajar con los “supracapacitados”.

Proceso de selección

Francisco Javier Chávez Rangel, coordinador de asesores de la Secretaría de Educación Jalisco (SEJ), señala algunos de los datos que justifican la creación de este centro, ubicado en el primer cuadro de Guadalajara: “La Organización Mundial de la Salud estima que en México casi 3 de cada 100 niños poseen altas capacidades intelectuales y sólo 15 de cada 10 mil son atendidos de manera particular; el resto desconoce su condición por falta de un diagnóstico.

“Además, de cada 3 casos de niños diagnosticados con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), 2 corresponden a casos de sobrecapacidad intelectual y 93% de los niños superdotados son mal diagnosticados”, asegura.

En mayo pasado la SEJ lanzó una convocatoria para tratar de detectar a los niños con un coeficiente intelectual (IQ) mayor de 130 puntos, considerados superdotados, y recibieron mil 348 solicitudes en 15 días. Después, con ayuda del Centro Universitario de Ciencias de la Salud de la Universidad de Guadalajara, hicieron pruebas para diagnosticarlos y 226 alcanzaron o rebasaron los 130 puntos de IQ.

A esos niños se les aplicó otra serie de pruebas relacionadas con creatividad, socialización y control de emociones para seleccionar a los 105 que conforman la primera generación del CEPAC (63% provienen de escuelas privadas y 37% de públicas); a los 121 restantes se les dará atención extracurricular los sábados.

Siguen siendo niños

Julián Betancourt Morejón, académico de la UdeG y director de CEPAC, dice que una parte importante del trabajo en este centro tiene que ver con acabar con el estereotipo de los “niños genio” que todo deben hacer bien o que no se divierten por estudiar.

“Son niños con alta capacidad, pero siguen siendo niños, las etiquetas que se les colocan les hacen mucho daño y los marcan sicológicamente, se crean expectativas muy altas y no se toma en cuenta que son niños con disincronías, es decir, que tienen una alta capacidad intelectual, pero sus habilidades sociales o motrices siguen siendo las de un niño”, explica.

Por lo anterior, el trabajo del centro también incluye a la familia de los niños, pues convivir con ellos implica un desafío en muchos sentidos: “Tienen que estar preparadas para tener un niño como este, para que el niño sea feliz y pueda seguir siendo un niño de altas capacidades, sin estresarse, para que pueda enfrentar la vida; hay papás que quieren niños perfectos y buenos en todo, otros que los sobreprotegen o quieren que todo sea como fue para ellos, por eso es importante que tengan talleres, que trabajen con sicólogos y también en la parte curricular… van a tener que estudiar también”, dice Betancourt.

Al director de la escuela todo el mundo lo busca desde que iniciaron clases el 4 de septiembre pasado: los técnicos que están ajustando los últimos detalles en los laboratorios, las personas que traen mobiliario para la escuela, los observadores que quieren conocer la escuela… Entre una actividad y otra se da tiempo para explicar por qué considera importante este proyecto que, dice, para él es como encontrarse con una idea materializada después de 25 años de trabajar en este campo.

“En una escuela como ésta los niños de altas capacidades reciben la atención que requieren para su aprendizaje y están en un hábitat mejor para ellos porque muchas veces vienen de espacios donde han sido excluidos, han sido objeto de bullying o son invisibilizados porque el maestro normalmente se concentra en los niños promedio, no en los de arriba o abajo; una escuela como esta tiene los desafíos que su necesidad de aprendizaje requiere y pueden satisfacer su deseo constante de conocimiento”, señala.

Escuela 2.0

El techo y las paredes de los salones están pintados de negro para que los niños no se distraigan con otras cosas, en tres de ellas hay pantallas del tamaño de pizarrones y al centro una isla de trabajo con cuatro pantallas. Al rededor de la isla, 15 estudiantes y una maestra trabajan con computadoras portátiles Cromebook que se conectan entre sí de tal forma que los alumnos pueden ver lo que la profesora lanza a las pantallas y ella puede ver lo que ellos están haciendo.

En cada uno de los niveles se trabaja en la “alfabetización digital”, que no es más que la manera en que funciona este sistema y los conocimientos básicos sobre manejo de redes sociales, correo electrónico y demás herramientas que utilizarán. Este entrenamiento durará dos meses.

Mientras en el salón de quinto año Sofía observa en las pantallas la imagen del corazón humano, en las paredes se proyecta una reproducción de la doble hélice del ADN. En el salón de tercer grado la maestra reproduce animaciones en las pantallas para explicar algunas medidas de seguridad para usar redes sociales.

Empresas como Google e Intel han intervenido en la implementación del este proyecto educativo. Francisco Javier Chávez Rangel, coordinador de asesores de la Secretaría de Educación Jalisco, explica que el CEPAC es una escuela pública 2.0, que hay dos grupos de primero de primaria y un grupo por cada nivel de segundo a sexto. El personal docente fue seleccionado por su currículum y recibió capacitación de la Universidad Complutense de Madrid para familiarizarse con el modelo educativo y del Centro Google en México para dominar las herramientas tecnológicas.

“Esta es una escuela bajo modelo Google. Es un modelo basado en proyectos, con maestros y alumnos 2.0, donde el maestro deja de ser el condensador y dosificador de la información y se convierte en un facilitador para que el niño construya sus propios conocimientos. El alumno 2.0 deja de ser el receptor de la información para convertirse en un verdadero sujeto de cambio: él investiga, crea, genera opinión y termina haciendo conclusiones. Un aula 2.0 es un aula de alta tecnología”, relata.

Pero en estas aulas sólo se impartirán, durante las cuatro primeras horas de cada día, las materias a las que obliga la SEP; el resto de la jornada los estudiantes trabajarán en cuatro laboratorios: Ciencia, Tecnología, Matemáticas e Ingenierías; Arte; Innovación y creatividad; y Learning Commons.

En esos laboratorios, señala Chávez Rangel, se trabajarán otro tipo de habilidades como el pensamiento crítico, pensamiento lógico-matemático, comprensión lectora, ciudadanía, control emocional, agrósfera, astronomía, ciencias de la tierra, etcétera.

Dos personas buscan al director Betancourt, vienen a ver la escuela; antes de irse dice que esta escuela puede impactar no sólo en el desarrollo de quienes aquí estudien, sino que puede ser un modelo que penetre en el sistema educativo del estado: “Es un espacio para soñar y proyectar una escuela diferente”.

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