Para Teresa Guzmán el vino es más que una bebida. Con el paso de los años ha descubierto que tras él hay toda una cultura: que la tierra en que se cosecha una vid cambia el sabor de una bebida en el futuro, pero también que aquello que algunos consideran basura es un tesoro para la piel.

Nacida en Mazatlán, Sinaloa, la emprendedora, quien además es sommelier y chef, cuenta que desde muy chica tuvo que migrar junto con su madre al Estado de México. Comenzó a acercarse al vino luego de que tuvo que dejar la carrera en Derecho para cuidar a su mamá en sus últimos años de vida. Estudió Gastronomía, pues era una carrera más flexible en tiempo y luego se especializó en vinos. No obstante, por 16 años trabajó como relacionista pública, hasta que decidió emprender y hacer lo que le gustaba.

“Con mis ahorros, en unas vacaciones largas me fui a Francia. Yo quería cortar, podar uvas y conocer todo el proceso de la vinificación. Consistía en trabajar, pero aparte pagar por estar ahí; sin embargo, al final ellos no te dejan ni tocar un racimo, son hasta cierto punto algo egoístas a pesar de que hacen el ‘mejor vino del mundo’ (...) Regresé a México, pero aprendí muy poco”, narra.

Tras esta experiencia, Teresa siguió tocando puertas y cuando una se abrió, no sólo aprendió sobre el vino de primera mano, sino que nació la idea de crear su propia marca: Wine Beauty Secret.

“Unos conocidos, ahora amigos, tenían un viñedo en Ensenada, Baja California, y me permitieron ir a trabajar con ellos. Llegó lo que se esperaba: despertarse a las 4 de la mañana y cortar las uvas hasta las 10. Cada día cortábamos una tonelada de uva y no podíamos ponernos bloqueador ni ningún producto para la piel, porque alteramos el ecosistema y matamos a la planta (...) Al cuarto día estaba completamente quemada y con mi piel descarapelándose”, comenta.

Ante esto, recuerda que don Roberto, uno de sus compañeros del corte, le recomendó untarse el mosto, es decir, los restos de la vid con que se hace el vino.

“Esa noche fui a donde se prensaba la uva y me la unté. Pude refrescarme y a la mañana siguiente mi piel estaba mejor (...) Tenía la idea de tener mi propio vino, pero en México el impuesto para venderlo es muy alto, y entonces pensé que la belleza me gusta y vender también, lo hacía desde niña, en la primaria. Vi una oportunidad”, dice.

Según recuerda, don Roberto también le contó que ahí mismo, en el Valle de Guadalupe, estaba el viñedo Quinta Monasterio, que comenzaba a realizar productos a base de la vid y así halló a sus aliados, que hoy le venden lo necesario para elaborar sus productos de cuidado de la piel.

El proceso

En el proceso de conocer la vid y la tierra en que se cultiva, Teresa descubrió un componente único en la uva: el resveratrol, un antioxidante que aporta diversas vitaminas a la piel. Este componente es único, pues sólo puede recolectarse mediante un minucioso proceso de goteo durante la luna llena de febrero.

También descubrió que cada variedad de uva de vinificación, como el merlot o el sauvignon, no sólo saben diferente, sino que en la cosmética pueden usarse para fines muy específicos.

Hoy, asegura, sus diferentes líneas de productos de skin care contienen estos ingredientes y se realizan en laboratorios certificados y regulados. El proceso para obtener su materia prima es casi el mismo que el del vino: primero se corta la uva, que fue cultivada a detalle en la tierra y las condiciones climáticas. Cada corte debe ser cuidadoso para no dañar la vid.

Posteriormente, esta uva es limpiada, a fin de retirarle el palillo y hojas, para que el sabor del vino no cambie. Luego el fruto se prensa y de ahí se obtiene un líquido que se separa del mosto.

El líquido va a un tanque de fermentación y así nace un vino. El mosto, lo que se pensaría que es la “basurita”, contiene los nutrientes para la piel con los que Teresa ha creado sus productos.

Hoy, Wine Beauty Secret, la marca de esta emprendedora, que encontró su “raíz” en el Valle de Guadalupe, además ser libre de crueldad animal y tener puntos de venta en varias zonas del país, busca emplear a mujeres en todo el proceso de elaboración, desde el corte de la uva hasta la distribución.

“Mi madre y mi abuela fueron madres solteras, nací en una familia de puras mujeres, de las que te sacan adelante solas (...) hoy con mi marca quiero ayudar a las mujeres y a que el mundo sepa que en México hacemos vino y lo mejor con él”, finaliza.

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