Monterrey, NL.- A 24 horas de que fueron destruidos por el fuego sus 80 tejabanes con muebles incluidos, y murieron carbonizados algunos de sus caballos, decenas de cerdos y hasta perros, los habitantes del predio irregular “El Ranchito ” de Ciudad Guadalupe, permanecen a unas 60 metros del asentamiento, unos con la esperanza de que las autoridades les permitan volver a construir en el mismo sitio, otros piden una reubicación a donde puedan pagar por un terreno para vivir.

La comunidad está conformada por familias de carretoneros que se dedican a recolectar la basura de negocios y particulares, además de pepenadores de desechos reciclables, y otros que simplemente pidieron ser aceptados porque carecían de una vivienda propia, o no les alcanzaba para la renta.

A pesar de que algunos sólo salieron de sus modestas casas de cartón, láminas, maderas y plástico, vistiendo un pantaloncillo corto y calzando unas chanclas, no parecen afligidos por haber perdido casi todo su patrimonio, porque dicen estar acostumbrados a las privaciones, por eso agradecen que están vivos y con salud.

Todavía este miércoles por la tarde, seguían saliendo columnas del asentamiento que algunos ocupaban desde hace 20 años o más. El calor cercano a los 40 grados centígrados, los hacía permanecer aglomerados bajo la sombra de algún árbol, o protegidos por pequeñas carpas que les fueron proporcionadas por el municipio de Guadalupe y familias solidarias, que todo el día estuvieron acudiendo a llevarles comida, frutas o botellas de agua.

Niña pierde en incendio libros regalados por su papá

Causó emoción entre los usuarios de redes sociales, la petición de la pequeña Dulce Leonor González Gómez, que con la sinceridad de sus nueve años, pidió a la comunidad nuevoleonesa que le regalen libros , principalmente de Ciencias, porque el fuego acabó con los más de 50 ejemplares que su padre, un humilde carretonero, le ha regalado al paso de los años.

Dulce Leonor explicó que este día acudió una persona de buen corazón y le regaló el libro “Volando alto”, que leería por la noche. "Los libros me gustan porque aprendo y además me divierto", dijo la niña, que el próximo 26 de agosto entrará a cuarto grado de primaria.

Su madre, Mayra Gómez comentó que la gente al saber el gusto de su hija por la lectura, le regalan a su esposo libros de Ciencias Naturales, Química e historia, incluso enciclopedias de hasta 15 tomos, como una de Enfermería y así fue armando su biblioteca que el fuego calcinó.

Mayra se muestra orgullosa porque el profesor de tercer grado, dijo que Dulce Leonor tenía uno de los primeros lugares. A la niña se la quiebra la voz, al recordar que además de sus libros, en su cuarto tenía ropa, zapatos, sombreros y lentes. Sonrió sin embargo al mostrar unos zapatos de plástico en color rosa, que recién le habían regalado.

“Perdimos todo, pero lo importante es que estamos bien y con salud, lo material poco a poco se irá construyendo, tenemos 20 años aquí, somos familias humildes, pero trabajadoras”, señaló la señora Mayra.

Dijo que su familia quiere que los reubiquen a un lugar donde les vendan para poder construir, porque les han dicho que ahí ya no deben estar porque es una zona federal, y hay riesgo ante las crecidas del río Santa Catarina.

Comentó que en el predio que arrasó el fuego, vivían más de 80 familias, que prácticamente perdieron todo, “sólo salimos nosotros, yo tenía más de 50 marranos, los criaba y vendía para comprar lo necesario, sólo salvé una marrana con diez crías de dos semanas. También se quemó el carretón de su esposo, pero afortunadamente sí salvaron el caballo.

Imelda Aguilar Tovar y su esposo, Francisco Jesús Acosta, residentes durante 15 años en el predio irregular, clamaron por comida para Max, Tomasa y Boby, sus tres perros que lograron rescatar con vida y sin quemaduras, a la par de una decena de hijos y nietos.

Alejandro Castillo, que lleva como 23 años de carretonero, perdió la casa y todo lo que tenía adentro, como refrigerador, estufa, televisores, “pero ni modo, no hay que agüitarse”, a seguir trabajando, afortunadamente salvé mi caballo y el carretón.

Eso sí, bromea, lo único que le quedó de lo que tenía en su tejabán, fue una “drogota” ya que compró en abonos apenas hace un mes, un abanico de tres mil pesos, “y no creo que los de Famsa me perdonen la deuda”.

rmlgv

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