Cuernavaca, Morelos

Literal, aquí se cocina con estiércol. A fin de cuidar el medio ambiente, el fimo de 200 borregas es aprovechado en un gas que se forma a través de un proceso de fermentación. Además, el líquido que sale de las excretas —que es puro y sin bacterias— es utilizado como fertilizante en los sembradíos de forraje.

En esta granja, El Texcal Alto, situada en el municipio de Tlaquiltenango, al sur del estado, la tarea diaria es juntar el estiércol de las borregas, vaciarlo en un biodigestor mezclado con agua y dejar que comience la fermentación natural.

La producción diaria del gas, con las excretas de las 200 borregas, equivale a un tanque de 20 litros de gas butano, pero todo debe quemarse ese día, porque no hay forma de almacenarlo.

“El biodigestor que tengo genera diariamente el equivalente a un tanque de gas, con eso se tienen ahorros de 200 y 300 pesos diarios. No hay olores pestilentes por quemar este tipo de gas, pero hemos observado que los trastos colocados en el área de cocina registran corrosión, posiblemente por partículas que despiden los fluidos”, dice Israel Domínguez García, médico veterinario zootecnista, propietario de El Texcal Alto.

Esta granja es una de las empresas morelenses que cumplen con todo el proceso de producción: desde el cultivo de forraje, producción y crianza de ovinos, hasta la venta de ganado en pie, sacrificio y la venta de carne en un punto comercial del sur del estado.

“Tenemos un punto de venta en el municipio de Jojutla, donde vendemos cortes de carne de borrego en mixiotes o barbacoa. Ya cerramos el ciclo porque producimos nuestros forrajes y lo regamos con el fertilizante orgánico que sale del biodigestor”, dice Domínguez García, egresado de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, de Saltillo, Coahuila.

Para el gobierno del estado, este tipo de alternativas amigables con el medio ambiente reviste interés porque alienta a los productores de recurrir a nuevas formas y técnicas en el campo morelense, afirma la secretaria de Desarrollo Agropecuario del Estado de Morelos, Margarita Galeana Torres.

Un ejemplo, dice, es el programa Por un Morelos Orgánico, a través del cual se busca capacitar a los productores para que de manera gradual adopten el uso de fertilización orgánica en sus cultivos.

En estas líneas de acción se encuentra insertado el uso de biodigestores en las unidades de producción del estado, mediante el cual se genera un máximo aprovechamiento. “La Secretaría de Desarrollo Agropecuario respalda el uso de estas técnicas porque representan una valiosa alternativa para el tratamiento de los desechos orgánicos de las explotaciones agropecuarias, ya que permiten disminuir la carga contaminante, mejorar la capacidad fertilizante del material, eliminar los malos olores y generar un gas combustible denominado biogás”, dice Galeana Torres.

El gas, sin bacterias y aprovechable

Para generar el gas, los moradores de la granja recogen todo el excremento de los borregos y lo vierten en un contenedor donde se diluye una parte de estiércol por tres partes de agua. La mezcla pasa al biodigestor, que es una bolsa de plástico, y ahí ocurre una fermentación anaerobia. Por un lado sale gas y, por otro, llega al depósito del biol.

El gas no se puede comprimir, por lo que se utiliza al día o se quema, pero en la granja se aprovecha al máximo debido a que no se puede almacenar; otra opción es pasarlo por un motor de gas para generar electricidad.

Según el médico veterinario, el número menor para establecer un biodigestor son 25 cabezas en el caso de ovinos, equivalentes a cinco vacas.

Con respecto al biol, dice que los escurrimientos salen sin coniformes, porque en el proceso de fermentación anaeróbico se mueren todas las bacterias en el interior del biodigestor.

Este líquido es regado en los surcos de cultivo del forraje y en ocasiones lo enriquecen con otros elementos como hierro, cobre, zinc. Con un aspersor lo riegan en el forraje y plantas ornamentales.

“El proyecto lo traigo desde hace 20 años y le fui sumando cosas en función de las necesidades de la granja. A fin de cuentas, el principal objetivo del biodigestor era generar gas para cocinar los borregos, porque resulta que en un análisis económico de todo el proceso, la utilidad mayor es generar el valor agregado de la carne.

“Ese análisis arrojó que el barbacollero es el que se lleva las utilidades de la empresa, entonces fue mi idea llegar a vender el producto procesado, directo al público, y en el plan el biodigestor cobró especial importancia”, cuenta Israel Domínguez.

Negocio integral e innovador

El médico veterinario Israel Domínguez recuerda que su acercamiento con el ganado ovino comenzó con asesorías técnicas en producción, al darse cuenta de que era una actividad rentable, también descubrió que hay renuencia de algunos ganaderos por utilizar tecnología nueva.

A raíz de ello comenzó a ahorrar y compró un terreno, luego unas borregas, posteriormente trabajó en una financiera y conoció el proceso para obtener créditos, fue así como creció su granja, El Texcal Alto.

“Iniciamos con 30 borregas y con los financiamientos y subsidios llegamos a 200. Luego incorporé tecnología rentable, que creí que era innovadora, y así fue como iniciamos con el biodigestor, supimos de él a través de un programa de televisión de un grupo de ciudadanos que pretendían hacer proyectos de impacto social. Uno de esos proyectos se llama Biobolsa, que es una empresa que se dedica a hacer y a promover los biodigestores.

“Su función es agarrar los desperdicios de las unidades de producción pecuaria y las de cualquier tipo, cerdos, vacas, cualquier rumiante como borregos, cabras, y ese estiércol se le da un tratamiento de manera que tenga dos productos, que es el gas y un fertilizante orgánico que se llama biol”, rememora Israel Domínguez.

Ahora es un negocio familiar en el que producen forrajes, realizan manejo reproductivo de los ovinos, transferencias de embriones e inseminación artificial, y el producto final, el cordero, lo procesan en la granja.

Barbacoa, suavecita y a buen precio

Israel Domínguez explica que eligió los ovinos porque son más rentables y los tiempos de procesos son mas rápidos que los bovinos, pero además el mercado nacional tiene un marcado déficit de producción de carne de ovino y en función de ello siempre hay una demanda insatisfecha que hay que cubrir. Por otra parte, el precio del borrego es muy estable los 365 días, afirma, porque se fija un precio al último tercio del año y ese se mantiene todo el año siguiente sin movimientos.

“Nuestra fortaleza es que el fin de semana llega mucho turismo de la Ciudad de México y eventualmente comen mucha barbacoa, entonces el consumo mayor es el fin de semana. Los vendedores vienen del Estado de México entre semana, compran el ganado en pie y regresan los fines con puestos ambulantes a vender el borrego, pero la carne es de Morelos”, asegura.

Normalmente, refiere, terminan el año con un precio de 50 pesos el kilo de carne, aunque actualmente a nivel nacional hay un problema porque los precios rondan entre 40 y 45 peso el kilo de borrego de buena calidad. En promedio, para la venta se crían borregos de entre 40 y 45 kilos en pie, vivos.

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