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Ciudad Juárez.— Después de dos meses de haber sido tratadas “como animales” en un centro de procesamiento temporal conocido como Estación 1 para mujeres en El Paso, Texas, dos hermanas de 45 y 50 años, así como la hija de una de ellas, de 22 años, están varadas en Ciudad Juárez y no podrán resolver su situación migratoria hasta 2020.

Las tres mujeres —de quienes se resguarda el nombre por seguridad y porque su proceso en Estados Unidos continúa—, acompañadas de otros dos hombres de la familia, abandonaron Nicaragua a principios de este año por temor a que el gobierno del presidente Daniel Ortega tomara represalias en su contra por pertenecer a la oposición.

Sin embargo, lo que han tenido que sortear durante estos últimos meses no ha sido más favorable, especialmente lo vivido en “el infierno de la Estación 1”.

Sentadas en una mesa de la Casa del Migrante, las tres se recuperan de lo que enfrentaron en el centro de detención, donde —afirman— “nos trataron como animales”.

Relatan que hace poco más de dos meses los cinco miembros de la familia se entregaron a autoridades de Migración, pensando que al encontrarse en territorio estadounidense su solicitud de asilo se resolvería más rápido, pero no fue así.

Desde el primer momento, hombres y mujeres fueron separados, sin que hasta la fecha tengan noticias unos de otros.

“Sólo faltó que nos hicieran el papanicolaou”, afirma la mayor de ellas para explicar que eran víctimas de vejaciones por parte de los oficiales encargados de la vigilancia.

Una vez detenidas, no tuvieron acceso a bañarse hasta pasados 15 días; les dieron un cepillo de dientes después de 20 días.

“Cuando por fin pudimos lavarnos los dientes, nos salía sangre de las encías”, dice una de ellas.

La mesa donde conversan se va rodeando de otras mujeres provenientes de El Salvador y Honduras, quienes recuerdan que entre las 680 enviadas a México hay madres que desconocen el paradero de sus hijos, pues al llegar a la ciudad se separaron.

El retorno masivo ocurrió la noche del lunes y señalan que sus primeras horas en la Casa del Migrante han sido un respiro para recuperar la fe y el ánimo perdido, y es que durante 60 días no habían probado alimento caliente.

“Aguantamos porque nos hicieron creer que ahí íbamos a esperar el proceso, pero nos engañaron.

“De repente nos trasladaron a todas, ni si quiera preguntaron cuánto tiempo llevábamos ahí”, afirmó la joven de 22 años.

Fue así como 680 mujeres dejaron sus uniformes azules y la vida de “prisioneras” que algunas habían conocido ya por casi tres meses, sin que ello les represente ninguna garantía de obtener el beneficio de las autoridades estadounidenses.

Una vez recuperadas, las tres nicaragüenses deberán decidir qué hacer, pues la menor de ellas tiene su cita para continuar su proceso en agosto; su mamá, en noviembre, y su tía, hasta enero de 2020.

Esta última se debate entre regresar a Nicaragua, donde la esperan su madre y el resto de sus hermanas, pero sabe que al hacerlo pierde toda posibilidad de obtener asilo en Estados Unidos. Sin embargo, considera que Ciudad Juárez es un lugar peligroso para vivir o trabajar. Por ahora tienen un respiro, pero les espera una decisión importante.

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