Tijuana.—El Panteón Municipal 13 de esta ciudad será la última casa de Dulce María, una niña de entre cinco y 10 años, cuyo cuerpo fue hallado dentro de una hielera hace poco más de tres meses, en la vía pública.

Ella estaba destinada a ir a la fosa común, un espacio donde son enterrados quienes no son identificados ni reclamados, en el que los cuerpos terminan apilados unos encima de otros. Pero la comunidad decidió que la niña merecía algo mejor, se unió e impidió que eso sucediera.

El domingo pasado, personal de Semefo y de la Fiscalía General del Estado (FGE) entregaron su cuerpo. Jessica García fue una de las residentes que, junto con la Casa Hogar Sonrisa de Ángeles, recuperaron a Dulce María y la nombraron. Esa misma noche realizaron el velorio, su despedida.

“Vine porque tengo un hijo, es como de su edad”, explica Aurora, una mujer de unos 50 años que llegó al panteón 13 de Tijuana junto a Aaron, de apenas seis, “nadie merece morir solito, menos una criatura tan pequeña, con puro desconocido”, lamentó la mujer.

Aurora y el pequeño llevaron un ramo con flores alegres, era el regalo de Dulce María para acompañarla en su despedida. El niño también le dejó un dibujo.

La madre Liliana Camacho de la Casa Hogar, le dedicó unas palabras. Le cantó a la caja que guardaba el cuerpo de la niña antes de ser enterrado, le dijo que no tuvo la culpa, que su vida, tan corta, será un ejemplo y aun, en su corto periodo en la tierra, dejó un legado: su vida motivó a la comunidad y la unió, le dijo.

La muerte

El cuerpo de la menor fue encontrado el 30 de agosto pasado. De acuerdo con el reporte de la policía, su hallazgo fue reportado poco después de las 15:00 horas, era domingo, y la niña ya sin vida estaba dentro de una hielera que fue abandonada en una banqueta sobre la avenida Las Torres, en la colonia El Pípila, un barrio situado en el este de esta ciudad fronteriza.

Aunque inicialmente los oficiales que llegaron a la escena indicaron que habían detectado huellas de violencia, tras el peritaje realizado por médicos del Servicio Médico Forense pudo confirmarse que los signos no se debían a maltrato, sino a una condición congénita por parálisis cerebral infantil. El documento fue claro con la causa de muerte: sepsis  pulmonar  y sin lesiones.

Pero aún sin tratarse de un homicidio, nadie durante más de tres meses reclamó su cuerpo.

Dulce María, como fue llamada a petición de la comunidad, pasó varias semanas en un cuarto frío del Semefo, hasta que, a través de redes sociales, vecinos pidieron el apoyo de la autoridad para evitar que fuera enterrada en la fosa común.

Ayer, Dulce María fue enterrada justo cuando el aire sopla helado, pero el sol acariciaba ligeramente a quienes fueron para despedirla.

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