Playas de Rosarito.— Una pareja sentada sobre una mesa dentro del restaurante bar no deja de hablar. Desde sus gargantas y hasta el resto de las mesas se escucha una mezcla de inglés y español: spanglish. Él le dice que en México pueden beber, se quita el cubrebocas y le da un sorbo a su cerveza oscura, servida en un vaso desechable. “¡Happy 4 for de July, mi amor, cheers! ¡Feliz 4 de julio, mi amor, salud!”, le dice.

Ambos son parte de los cientos de residentes estadounidenses que cruzaron la frontera —algunos desde una noche antes— a las playas de Baja California, para celebrar en tierra azteca la Independencia de Estados Unidos, ya que en los últimos días California registró un auge en los contagios de Covid-19 que los obligó a cerrar nuevamente los negocios.

Con casi 16 mil casos positivos en el condado de San Diego —489 en un lapso de 48 horas—, los ciudadanos anglosajones no quisieron perderse la tradicional celebración del 4 de julio, pero a falta de restaurantes, bares y eventos en el lugar donde viven, decidieron festejar de este lado, donde gobiernos locales y del estado les abrieron las puertas de una frontera con 9 mil 772 casos positivos y una tasa de letalidad de 19.7%.

Aún no es mediodía, pero las familias y jóvenes ya empiezan a mezclarse en las calles estrechas de la zona hotelera en Playas de Rosarito. Una niña de unos cuatro años camina de la mano de sus padres, usa un tutú en azul, rojo, blanco y estrellas de la bandera estadounidense. Los dos adultos también llevan su patria en el vestir. Un perro obediente camina con ellos, todos entran a uno de las decenas de bares que hay.

Los trabajadores salen a las puertas de los negocios, en la nueva normalidad llevan cubrebocas, careta y, sólo algunos, guantes. Cazan a los clientes potenciales, les cantan el menú en la cara, los precios en dólares y la oferta de una margarita, una piña colada o una cerveza bien helada, como pueden intentan revivir sitios al borde de la quiebra.

La Secretaría de Economía Sustentable y Turismo en el estado reportó que desde el viernes los hoteles, particularmente en Playas de Rosarito y Ensenada, ya habían saturado la capacidad que tienen permitida para operan durante la pandemia, con 30% de su ocupación. Mientras que gobiernos locales, como el de Playas de Rosarito, adelantaron que habría operativos de inspección para vigilar que se cumplieran las medidas sanitarias.

Parte de las restricciones incluyeron: no pirotecnia, no senderismo y tampoco uso de albercas. Ni en hoteles ni en los bares. Pero afuera, en la calle, sobre la zona turística la realidad es diferente. Se trata de rescatar el comercio y los empleos, justifican los trabajadores, y sí, de acuerdo con la dependencia de Economía, durante el periodo de pandemia se han perdido más de 32 mil empleos.

Los meseros decidieron usar para este fin de semana guayabera tropical, adornada con las palmeras y un atardecer casi tan naranja-amarillo como los que se logran observar justo en el patio trasero, frente al mar, de ese bar hoy convertido en restaurante, al que prácticamente nadie fue a comer.

“¡Pásele, pásele, welcome!”, les gritan a los clientes en la calle y en la entrada del negocio, donde primero tienen que pisar un tapete con cloro, luego les aplican gel antibacterial y al final les toman la temperatura y les piden colocarse un cubrebocas, “here is the party, ladys, damitas!

Otro mesero, de un bar diferente, se acerca para interceptar a los turistas, los intenta hacer cambiar de decisión y los invita a su local: “¡Aquí, aquí! ¡Buena bebida! ¡Great music! Aquí sí hay alberca, ¡Tenemos alberca!”, les dice.

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