Un taquillazo de época que puso de moda todo lo relacionado con dinosaurios fue Jurassic Park (1993, Spielberg).

Para la sexta incursión en ese mundo, Jurassic World: dominio (2022), cuarto filme del director Colin Trevorrow, se retoma el final de su predecesor, El reino caído (2018, J. A. Bayona, coescrito por Trevorrow).

Trevorrow y sus guionistas Emily Carmichael & Derek Connolly hilan fino en plan de fundir las dos vetas del tema, Jurassic Park y Jurassic World.

Así, a Owen (Chris Pratt) y Claire (Bryce Dallas Howard), se suman los conocidos de la primera entrega, el doctor Grant (Sam Neill), Ellie (Laura Dern) y el cínico matemático Ian Malcolm (Jeff Goldblum).

Desaparecida la isla Nublar, los dinosaurios amenazan la existencia humana.

El tema de la devastación ecológica es el trasfondo; la preservación, presente desde la cinta uno, aquí se acentúa.

Sucede un choque de concepciones sobre convivir con dinosaurios. Conflicto definitivo referido a la extinción, no precisamente de los animales.

¿Podrán domesticarse algunos? ¿Debería exterminarse a todos? Por supuesto, hay bastante tela de donde cortar. Porque la trama es más compleja que una persecución sin fin.

Trevorrow, con la solvencia de alguien ducho en usar la nueva generación de efectos diseñados por computadora, hace un filme lucidor que alcanza cierta conclusión.

Y bajo la parafernalia de este espectáculo está la mezcla de películas similares de antaño ­—El monstruo del mar (1953, Eugène Lourié) y El mundo perdido (1960, Irwin Allen)—, con la novela original de Crichton y sus cinco derivados fílmicos previos. O sea, el nuevo dinosaurio es el filme mismo, fusión de pasado y presente, para, gracias a 165 millones de dólares de presupuesto, conseguir la más costosa cinta serie B. O sea. Pura diversión fuera de control.

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