Con cada película que ha hecho desde La ley de Herodes (2000), políticos encumbrados y representantes de partidos se han acercado a para ofrecerle cargos públicos.

“Para ser diputado o senador, pero nadie ha sido lo suficientemente listo para darme la candidatura a la Presidencia, que realmente quiero”, bromea el realizador.

No es algo que le interese. Su foco ha estado en poner el dedo en la llaga de un país que ha sido lastimado por décadas, sea el partido que gobierne.

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Si en ese filme mostró la corrupción del PRI y las comparsas que eran las demás instituciones políticas, en Un mundo maravilloso habló de lo abominable del neoliberalismo y sus consecuencias en la sociedad cada vez más separada por la clase social.

En El infierno, apoyándose en sus alfiles Damián Alcázar y Joaquín Cosío, explotó la imagen del narcoestado y para La dictadura perfecta, escudriñó en los vicios de los medios de comunicación confabulados con el poder.

Ahora con ¡Que viva México!, la cual actualmente se encuentra en cartelera, tiene como tema la degradación de la sociedad. Junto con Alcázar y Cosío, están Ana de la Reguera, Ana Martin y Alfonso Herrera.

“En un momento fui un romántico, pensé que estas películas ayudarían a que este país cambiara, se me ha ido quitando y veo que el cine no hace la diferencia de manera masiva o colectiva, pero si alguna persona ve ¡Que viva México! y lo invita a la reflexión, ya valió la pena”, explica.

Luis es hijo del también realizador José Estrada (Mexicano tú puedes) por lo que prácticamente ha vivido en un set. Así conoció los viejos Estudios Churubusco. Estudió en el CUEC (ahora ENAC de la UNAM) del cual fue expulsado por el cortometraje Vengeance is mine; en 1988 rodó Camino largo a Tijuana, un western que fue su ópera prima.

¡Que viva México! había sido anunciada como su última película, pero ya reflexionó:

“Tengo 61 años y para hacer una película tardo entre cinco y ocho años, pero resulta que ¡Que viva México! es mi mejor película y quedé tan satisfecho que haré otra más”, expresa.

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“Creo que soy uno de los hombres más afortunados del mundo, nadie me ha dicho qué hacer, nunca he aceptado que quitaran un sólo cuadro. Nací en este negocio y decidí que no sólo sería director, sino escritor y productor, yo solito me ahorqué”, bromea.

La cinta iba ser estrenada en Netflix, pero Estrada decidió comprársela y buscar su salida de la mejor manera posible.

“No soy héroe ni víctima de nada”, dice recordando los momentos difíciles de su carrera, como cuando La ley de Herodes quiso ser vetada por el gobierno federal. “Sólo soy alguien que respeta su trabajo con todo, así lo he hecho ante el poder político y económico. Mi trabajo lo hago pensando en el público, no para prensa o festivales. Desde un inicio se pensó en esta película para cines”.

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