Resulta que el “gasolinazo” es la solución que todo México esperaba… o por lo menos el remedio anticipado para evitar una serie de calamidades que azotarían al país, y sobre todo a más de la mitad de sus habitantes sumidos en la pobreza.

Nos dice el director del IMSS que sin el aumento a los combustibles la institución habría quedado sin dinero, hubiese dejado de prestar una tercera parte de sus servicios, y miles de derechohabientes quedarían en el desamparo. El argumento del maestro Mikel Arriola es obvia extensión del discurso presidencial, salpicado de argumentos tangibles...

Si no se cancelaba el subsidio tóxico a los combustibles —dijo el presidente Peña— habrían de paralizarse programas de salud y educación, truncar inversiones, o despedir a miles de burócratas… y no creo que nos haya querido espantar con el petate del muerto.

¿Entonces, el “gasolinazo”, de veras viene a despertar la conciencia adormecida de la clase política?

Ante un panorama nublado por la incertidumbre, brincan los primeros anuncios de austeridad impostergable para los funcionarios viciosos de la ostentación.

El INE cancela la construcción de las torres gemelas para su nueva sede; anuncia recorte de sueldos, no de prestaciones, así como la entrega de vales de gasolina y teléfonos celulares de lujo a sus directivos.

En cambio, los partidos políticos aún no dan su brazo a torcer, mejor cantan “La Negra”, a todos dicen que sí pero no les dicen cuándo… ni cómo, ni cuánto; disponen de 4 mil 70 millones de pesos para este año.

Diputados, senadores y miembros del Poder Judicial, guardan sospechoso silencio. ¿Es complicado trabajar sin gastos ilimitados, y extraordinarios bonos de fin de año?

Los gobernadores también deberían ponerse las pilas. Algunos quizá quieren hacerlo, pero dudan cómo imitar al “ciudadano” Jaime Rodríguez, El Bronco, de Nuevo León, o al panista Miguel Márquez Márquez, mandamás de Guanajuato. Les duele dejar de pagar burocracia creada para su confort personal, renunciar a legiones de guaruras, choferes, asesores, asistentes, asistentes de los asistentes, cargadores de portafolios y guapas edecanes, aviones ejecutivos, vehículos último modelo, mansiones de gobierno, y representaciones en la Ciudad de México, que parecen embajadas, como la del Estado de México, en Las Lomas de Chapultepec.

Lo mismo debería suceder con los secretarios de Estado y titulares de los órganos descentralizados y “autónomos”; ni qué decir del gasto destinado a mantener en calma las relaciones sindicales.

El enojo social desatado por el aumento a los combustibles, minimizado en un principio por la cúpula del poder, significa el riesgo inminente de inestabilidad en los siguientes dos años electorales…

Si realmente hubiese voluntad de austeridad el efecto sería triple. El ahorro efectivo en gastos superfluos liberaría recursos para lo importante; se daría un mensaje de comprensión y solidaridad con la sociedad irritada por el “gasolinazo”, y sus consecuencias inflacionarias.

La inaplazable austeridad forzosa debe obligar a la clase política “chupeteadora” a darse un baño de realidad… no les vendría nada mal.

EL MONJE GRANJERO: Nos quedamos sin huevos; exprimimos a la gallina que los ponía dorados. La nueva metáfora presidencial para justificar el “gasolinazo” es precisa. La gallina petrolera comenzó a enflacar hace mucho, la hacienda pública le quitaba su maíz; también la voracidad insaciable de políticos, burócratas y líderes sindicales. Pocos recuerdan aquellos viejos tiempos lopezportillistas cuando presumíamos administrar la abundancia; hoy, el petróleo apenas alcanza para gestionar la miseria. La “gallina de los huevos de oro” ya no llega ni a pollo desplumado.

@JoseCardenas1

josecardenas@mac.com

www.josecardenas.com

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