Hace algunos años, en plena discusión sobre la absurda propuesta para la desaparición de la Secretaría de Turismo con fines presupuestales, el exsecretario de Hacienda y exsecretario de Turismo, Jesús Silva Herzog, dijo que el dinero que se ahorraría con la medida, en función de la dimensión del presupuesto público, eran cacahuates…

Esta referencia viene a colación cuando, inexorablemente, se van cumpliendo las etapas y los tiempos para la construcción del presupuesto público para 2017. En este proceso y si bien el horno no está para bollos, no sé entiende la petición de la Secretaría de Hacienda al Congreso en cuanto a la asignación de recursos para el Sector Turismo que, en términos reales, se sitúa cerca de 40% menos que la del año anterior y muy por debajo de la mitad de lo aprobado en 2015.

En el mencionado 2015, el monto aprobado fue de 7.4 mil millones de pesos, 0.16% del total del presupuesto de egresos, en tanto que para 2017 la cantidad requerida por Hacienda fue de 3.5 mil millones de pesos, 0.07% del total, es decir, 7 diezmilésimas partes del presupuesto, lo que sí anda sonando a cacahuates presupuestales para la conducción de una actividad que no sólo genera 8.5% del PIB, sino que está creciendo muy por arriba que el conjunto de la economía; que no solo aporta 3.5 millones de empleos, sino que en estos participan mayoritariamente las mujeres y son la principal fuente ocupacional para jóvenes, en un país que tiene millones de ‘ninis’; cuya balanza turística mantiene un saldo superavitario en tiempos de escasez de divisas, que contrasta con el déficit crónico de la Balanza Comercial, y de los déficits de las Balanzas Petrolera y Manufacturera.

Es cierto que siempre se puede ser más eficiente y, seguramente, es posible conseguir algunas economías en el sector turismo; sin embargo, no parece que los rubros de dónde se resta la mayor parte del presupuesto sean superfluos. Se trata, básicamente, de las partidas en las que se transfieren recursos a las entidades para la ejecución de obras de infraestructura y equipamiento en los destinos turísticos (que han sentado las bases para el desarrollo de los Pueblos Mágicos, por ejemplo), recursos que, por cierto, son potenciados con aportaciones de los propios estados y de los municipios, que inducen con rapidez la inversión privada, con lo que al estimularse la demanda, se propicia la mejora en las condiciones de vida de las comunidades receptoras que encuentran en el turismo una salida —tal vez la única— a la necesidad de encontrar alternativas productivas.

Tal vez a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público le pasó por alto que el turismo es una prioridad nacional de acuerdo con el esquema legal vigente; acaso se les olvidó que su jefe, el Presidente de la República, estableció al inicio de su mandato la misma condición en la política nacional turística (sic): el turismo es una prioridad.

No hay espacio de duda, el turismo mexicano vive su mejor momento… pero hace tan solo ocho años pasó por el peor. 2008, que no se nos olvide, supuso una pérdida estimada de alrededor de 8 mil millones de dólares para la actividad turística nacional. La industria turística es sólida… pero también es vulnerable; la competencia es feroz y estamos lejos de alcanzar las condiciones óptimas de competitividad en los destinos turísticos. Cierto, al término del año seremos el octavo país más visitado en el mundo, pero el gasto medio de un turista en México es la cuarta parte del que se registra en nuestro principal país competidor: Estados Unidos.

El Congreso debe enmendarle la plana a la Secretaría de Hacienda. Escatimar los recursos para el turismo es un gesto de miopía, pues además de las obvias razones para mantener la oferta turística en adecuadas condiciones de competitividad, es urgente sembrar para el largo plazo, recordando que hoy cosechamos lo que en el pasado se cultivó. Fonatur, el otro victimario del recorte en el sector turismo, demostró en el tiempo su capacidad para cumplir las metas de la política económica del país, si se le cortan los recursos es posible que se obtenga un ahorro de corto plazo, pero en 10 o 20 años no habrá manera de imaginar que México se mantendría en el sitio que hoy ocupa en la escena turística mundial.

*Director de la Facultad de Turismo y Gastronomía, Universidad Anáhuac México.

@fcomadrid

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