“¿Detenida, dice usted, joven?”, preguntaba Elba Esther Gordillo, conteniendo dramáticamente la risa mientras su mirada buscaba congelar a la mujer agente del Ministerio Publico federal que abordó la aeronave privada en la que acababa de llegar al aeropuerto de Toluca, proveniente de San Diego. Era notable el bronceado de “la maestra”, logrado en su departamento de lujo, frente al Pacífico californiano.

“¿Saben sus jefes que me dirijo a una asamblea nacional del SNTE, y de la crisis nacional que esto puede causar?, ¿por qué no llama a sus jefes y consulta, licenciada?”, invitaba a su interlocutora, según testigos presenciales de ese momento.

Ante un silencio igual de frío, se dio por presa, sin declinar el tono retador. Sonreía forzadamente cuando abordó el vehículo oficial que la llevaría a la cárcel.

Esa mujer cumplió el pasado día 26 de febrero tres años en prisión. Será el último. Ella y la Procuraduría General de la República, a cargo de Arely Gómez, desarrollan negociaciones para determinar en qué lugar guardará prisión domiciliaria una vez que sean desechados por el juez de la causa los últimos recursos de la institución para retrasar este hecho algunas semanas más.

Una montaña formada con decenas de amparos interpuestos por su defensa, junto a múltiples artilugios jurídicos y políticos, han provocado que su juicio como tal apenas esté comenzando, al grado de que no se sabe siquiera si alcanzará una condena o si al final del día será puesta en libertad por falta de pruebas suficientes sobre su culpabilidad.

Los abogados de La Maestra —uno de los cuales, muy joven, ha construido una intima cercanía con ella— ya retiraron de la lista de opciones una residencia en la zona de Santa Fe, pero su opción real siempre ha sido el casi legendario departamento en el edificio de la calle Galileo, en Polanco: un espacio privilegiado, con un comedor que puede albergar a 20 comensales y una pequeña biblioteca con una docena de biografías de Evita Perón, personaje-inspiración para la defenestrada dirigente del SNTE, uno de los sindicatos más poderosos y numerosos del mundo, con más de un millón de afiliados.

Ese retiro dorado espera ya a la señora Gordillo. Será una victoria, pero no dulce. La vida le permitirá levantar el puño, pero le ha mutilado un brazo.

Apenas esta semana la señora Gordillo acudió a una funeraria de lujo en el poniente de la ciudad de México para despedirse de Mónica Arriola, su hija, su álter ego y por años uno de sus motores principales, hasta que la prisión las distanció, física y anímicamente.

Arriola había sido por años la verdadera operadora política del SNTE. Correa de transmisión de la voluntad de su madre. Jefa ella misma, diestra para negociar con los externos y someter a los internos a fuerza de manotazos en la mesa y mentadas de madre a flor de labio.

Mónica Arriola fue la que determinó que uno de sus incondicionales más maleables, Juan Díaz, fuera designado en 2011 secretario general del gremio que su madre seguía manteniendo en un puño. El mismo hombre que con el aval de la Secretaría de Gobernación fue aupado a la presidencia del SNTE el mismo febrero de 2013, horas después de que su patrona cayera en desgracia.

Pero la pasión de Mónica no fue la vida gremial, sino la política. No en balde había catalizado los trabajos para impulsar la concreción de un sueño surgido años antes: una plataforma electoral bajo el control de ella y de su madre, sin las veleidades ni el riesgo de traiciones que ambas le achacaban al PRI. Su propio partido, el partido de los maestros: Nueva Alianza. El Panal.

A finales de 2010, la señora Gordillo y Mónica Arriola se reunieron para definir el destino del partido a punto de nacer. La madre reveló una mala noticia: Mónica no podría ser la dirigente, pues resultaría impresentable la versión de que se trataría de un organismo plural e independiente del SNTE.

“…pero tú puedes decidir quién será el dirigente”, le animó. Arriola se inclinó por un académico, un colaborador leal de su madre, su ex secretario. Ahí, frente a esa taza de café familiar, surgió el “liderazgo” de Luis Castro, entronizado al frente del Panal en las primeras semanas de ese mismo 2011.

En los años iniciales, Castro daba los discursos, salía en las fotografías, pero Mónica cerraba tratos, pactaba acuerdos en nombre de su madre. Todo marchó bien hasta que un fatal error de cálculo puso a la profesora Gordillo en la cárcel. Juan Díaz y Luis Castro anunciaron en privado que habían obtenido el aval del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, para “purgar” del SNTE todo lo que oliera a la señora Gordillo, y del Panal aquello ligado con Arriola.

El último clavo fue el cáncer de Mónica, quien ganó una batalla al mal, pero no la segunda y última.

Pero la señora Gordillo parece venir de regreso, con un inminente arresto domiciliario que se anticipa hervidero de cabildeo e intrigas. La maestra hace maletas con el ánimo de cabalgar de nuevo.

rockroberto@gmail.com

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