Al cierre del año pasado, Aurelio Nuño, jefe de la Oficina de la Presidencia, comparó a Enrique Peña Nieto con José María Morelos y Pavón. Durante el último acto oficial que tuvo el gobierno en 2014 dijo que su jefe, al igual que el héroe de la Independencia, asumió la responsabilidad de cambiar una realidad en la que prevalecen los privilegios de unos cuantos.

Lo que entonces sonaba a metáfora apresurada hoy es falsedad. Las políticas de ingreso y gasto del gobierno peñanietista no han servido para combatir los privilegios, y la calidad de vida de los mexicanos desposeídos continúa desbarrancándose.

No dejan espacio para la ambigüedad la evaluación del Coneval sobre la política social, ni el pronunciamiento que a propósito de ella hará hoy la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.

En México hay 12 millones de personas que deben sobrevivir con 15.2 pesos diarios; un par de años atrás, en 2012, esos mismos seres humanos contaban con 17 pesos por día. Sus ingresos bajaron. Así es imposible alimentarse, vestirse, contar con un techo, curarse, educarse.

Doce millones de personas es el doble de la población que habita en Dinamarca, cuatro veces el número de residentes que tiene Uruguay, un tercio más de los individuos que viven en Hungría.

En revancha, hay 12 mil mexicanos que tienen ingresos por 22 mil 700 pesos diarios. A pesar de todo lo que se quejaron, a ellos la reforma fiscal apenas si les hizo cosquillas.

De acuerdo con cálculos de Oxfam-México, elaborados por Gerardo Esquivel, el 10% de la población mexicana que vive en el penthouse del edificio nacional se está quedando con 60 de cada 100 pesos de la riqueza producida anualmente por la economía mexicana.

Mientras tanto, 63.8 millones de mexicanos —poco más de la mitad de la población— padece la experiencia de vivir por debajo del umbral de bienestar.

Es falso que la política fiscal del actual gobierno mejore la distribución, es mentira que haya afectado de manera eficaz los privilegios, es equivocado decir que sirve para reducir la desigualdad.

El problema va más allá de la recaudación porque el mayor desastre se encuentra del lado del gasto. Como Acción Ciudadana Frente a la Pobreza advierte, el gobierno federal eroga todos los años 129 mil millones de pesos en 50 programas, supuestamente dirigidos a mejorar el ingreso de los mexicanos más pobres.

Entre los programas estrella están Progresa (antes Oportunidades) y la Cruzada contra el Hambre. Además de la Secretaría de Desarrollo Social, también las de Agricultura, Economía y Medio Ambiente son responsables de administrar buena parte de ese gasto.

Si entre 2012 y 2014 la pobreza creció en México, ¿para qué sirvió la inversión de casi 260 mil millones de pesos? En estos dos años, ¿a dónde fue a parar todo ese dinero?

Probablemente se perdió en una coladera enorme, forjada por la ineficiencia burocrática, la distribución clientelar de los recursos, la corrupción y el mal diseño de los programas. Un hoyo inmenso de impunidad que hoy solo sirve para pronunciar discursos cargados de demagogia.

Uno de cada cinco mexicanos padece hambre, uno de cada dos vive en condiciones de pobreza, la clase media desaparece en México y los que viven en la cúspide del Mirreynato no se dan cuenta de la violenta tragedia que significa la fractura de nuestra sociedad.

Y sin embargo en el Palacio Nacional siguen postrados ante el altar de las reformas estructurales, a pesar de que fuera de esa capilla privilegiada la fe en el futuro del país se nos va de entre las manos.

ZOOM: La comparación no debería ser con Morelos, sino con Carlos Hank González que cuenta con una inmensa e insultante estatua en el Paseo Tollocan de Toluca. Él es el emblema de esos privilegios que un día habrían de ser derrocados.

@ricardomraphael

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