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La moda, “lo de hoy”, es elogiar y defender la chabacana idea de que los candidatos independientes son “la quinta maravilla”.
Que si son la solución mágica a la pervertida partidocracia, que serán la salvación de la patria; que si son —por su dizque independencia— más capaces, honestos, inteligentes, preparados y hasta mejores gobernantes. Lo correcto es ser o llamarse independiente.
Lo cierto, sin embargo, es que “la moda” de lo independiente no es más que una ocurrencia interesada de algunos hombres de poder y la academia que —ambiciosos sin límite— hoy quieren el poder político por la vía rápida, sin los partidos. Olvidan que muchos de los que hoy pregonan la pureza de la independencia intentaron construir, comprar, edificar y/o moldear su propio partido.
Dicho de otro modo, que casualmente muchos de los que pontifican hoy a favor de los independientes, hace 30 años pregonaban el cuento de que la mejor y más acabada idea era la pluralidad de partidos; la consolidación del sistema de partidos. Y hace 20 años aseguraban que las reformas electorales eran la mejor y más eficiente solución a los problemas nacionales. Los mismos que hoy venden el intragable potaje de candidatos independientes.
Y podrán decir misa, pero no existe un solo ejemplo que pruebe la eficacia de los gobernadores independientes exitosos, a pesar de que El Bronco es el segundo “independiente” —porque el primero fue el sinaloense Rodolfo T. Loaiza— y todos los días confirma que es un mentiroso y vividor de la más reciente ocurrencia de la política mexicana.
Pero también es cierto que hoy nadie sería capaz de meter las manos al fuego por ninguno de los partidos políticos con registro —sean el PRI, PAN, PRD, Morena, el PVEM, Panal—, ya que sin excepción tienen una larga cola de pillerías e irregularidades; todos se han prestado al juego del poder y a la piñata de la corrupción y todos tienen una parte de culpa en los fracasos del ejercicio del poder, sea en municipios, estados o en los gobiernos presidenciales.
Sin embargo, el problema de fondo no sólo esta en los partidos, en tanto estructura de poder e instituciones de interés publico. No, el problema real está en los hombres; en la corrupción, la ambición sin límite y el hambre de poder que —en tanto debilidades humanas—, son parte indisoluble de la política y el poder.
El problema no son los partidos, sino la falta de contrapesos, las mafias que se apoderan de sus dirigencias, los grupos corruptos que las tripulan y hasta los cárteles criminales que los usan para enmascarar su actividad delictiva.
Por eso —porque el problema son la cultura corrupta de la sociedad toda, la deshonestidad de líderes y militantes, la impunidad y la nula rendición de cuentas— los argumentos a favor de candidatos independientes no son más que una nueva perversión de los mismos políticos, intelectuales, académicos y empresarios que se han servido de los partidos.
Y el ejemplo de la farsa —como aquí se documentó—, es El Bronco, un vividor del poder que a cuatro meses de iniciar el gobierno de Nuevo León ya usa el dinero público para su campaña presidencial.
¿Cuántos de los candidatos que pregonan las supuestas bondades de la independencia han militado en uno o más partidos; han servido a tal o cual gobierno; se han beneficiado y siguen cobrando de los gobiernos emanados de un partido?
Y podrán decir misa, pero el discurso de los independientes no es más que retórica interesada y engañabobos. Es la mentira de moda.
Al tiempo.
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