Aún no tenemos idea cabal del tamaño y consecuencias de la crisis político-diplomática provocada por Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray al invitar y traer, con trato de jefe de Estado, al fantoche millonario Donald Trump, quien ya empezó a hablar de guerra para hacer pagar a nuestro país el muro fronterizo que ha prometido construir.

En entrevista de la NBC realizada por Bob Woodward, uno de los periodistas estadounidenses que destapó el escándalo Watergate que terminó con la renuncia del presidente Richard Nixon el 8 de agosto de 1974, el racista candidato presidencial republicano, acabó por aceptar que sólo mediante una guerra obligaría a que los mexicanos pagaran el muro. “México no querrá jugar a la guerra con nosotros”, amagó con el rostro enrojecido y la socarrona mueca con que se la ha pasado insultándonos.

La Secretaría de Relaciones Exteriores dijo ayer que no comentaría nada al respecto lo que ya no sabemos si es prudencia diplomática o una estupidez más en medio de esta crisis. El amago, cierto, suena a otra mamarrachada de Trump, pero no se olvide que la historia consigna tres invasiones militares de Estados Unidos a México.

Sobre las consecuencias aún no dimensionadas del affaire Peña-Trump, hay otras reacciones recientes que aportan pistas sobre ellas: la entrevista que la candidata demócrata Hillary Clinton dio a la cadena ABC y el demoledor artículo del conservador semanario británico The Economist.

Hillary, en el programa Good Morning America, también del lunes, dijo no a la invitación cursada a ella por el gobierno mexicano. ¿Enfado? Pues qué esperaban. De ahí la declaración y el tono: la presencia de Trump en Los Pinos, soóo provocó un incidente diplomático, de cuyos alcances prefirió no hablar.

Éstos los delineó con claridad The Economist, publicación que hace cuatro años acuñó el término del mexican moment para volcarse en elogios al presidente mexicano por las llamadas reformas estructurales, pero que, al paso del tiempo, después de pifias, violencia, desaparecidos, escándalos de corrupción y un mediocre crecimiento económico, aseguró que Peña Nieto “no entiende que no entiende”.

“Ni México, ni Hillary, ni el mundo perdonarán a EPN si la visita ayuda a Trump a ganar”, dice el influyente semanario británico que normalmente hace eco de la globalidad financiera. Y no es para menos pues a Trump lo ven en Europa, incluso en la Gran Bretaña, como un factor que acabaría por romper el ya de por si precario equilibrio mundial. Su presencia en México dio aire al xenófobo, tanto que ayer, el tracking demoscópico de Estados Unidos ya lo colocaba uno o dos puntos arriba de Hillary.

Y así como The Economist no tuvo empacho en calificar de error garrafal de Peña Nieto el haber invitado al hombre que amaga con deportar a millones de ilegales y cancelar el TLC, tampoco lo tuvo para criticar a su gabinete, de cuyos integrantes dijo que no son los más brillantes, sino los incondicionales. “Él gobierna con un círculo estrecho de ayudantes fieles”, remata la publicación.

Todavía parece haber tiempo para detener la debacle en que está inmerso este gobierno. Acaso habría que empezar ya con los tan anunciados como pospuestos cambios en el gabinete. Según los que se vayan y los que entren, Peña Nieto tendría la oportunidad de mandar un fuerte mensaje de recomposición.

La Presidencia y el Presidente están tan debilitados que no es exagerado visualizar un fin de régimen, acaso adelantado, sin una salida institucional previsible.

Ya citaba el lunes pasado el analista Jesús Silva Herzog Márquez, en un brillante artículo sobre el affaire Peña-Trump, al economista italiano Carlo M. Cipolla: lo que caracteriza a la estupidez es que causa gran daño a otros, pero simultáneamente al que la comete.

Pero este caso, vaya paradoja, fue una estupidez bien pensada, lo que la hace inconmensurablemente más estúpida.

INSTANTÁNEA. ¿QUÉ SENTIRÍAN? De ninguna manera se pretende comparar aquí a Trump con López Obrador. Nosotros ya tuvimos nuestro fantoche presidente populista. Sus iniciales son VF. Sin embargo, es pertinente esta pregunta: ¿Qué hubieran sentido en Los Pinos si Barack Obama hubiera recibido en Washington, para conversar en privado en la Oficina Oval, fotografiarse en la tribuna presidencial y hacer una declaración conjunta en el East Room de la Casa Blanca, a El Peje o a Margarita Zavala?

rrodriguezangular@hotmail.com

@RaulRodriguezC

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