Como lo anuncié, esta vez publico dos fotografías de Robin, desnuda, con su chango, de entre muchas que le hice. La historia de cómo llegó a mi esta extraordinaria belleza es curiosa. Una tarde tocaron la puerta. Era la época en que vivíamos en la colonia Hipódromo-Condesa. Eran dos mujeres, Robin y Gale, ambas gringas, que venían a verme para posar desnudas ante mi cámara a cambio de que yo les diera copias de la fotos. ¡Naturalmente, acepté de inmediato! Robin era rubia y media 1.90 metros de altura, y la otra, Gale, era una hermosa mujer exuberante, gordita, digamos. Las hice pasar y concerté una cita con cada una; Robin, entonces, me platicó “de su tailess monkey” y me emocionó la idea. Tuve una primera sesión fotográfica con Robin y a los pocos días con Gale. La belleza de Gale me remitía a las mujeres desnudas de Rubens y Renoir.

En lo futuro también publicaré, en este espacio, algunas fotos de Gale desnuda. Son momentos dados que se nos presentan a los fotógrafos, ¡¡¡Por suerte!!!

Salvador Elizondo escribe Cuaderno de Diario número 34, página 166.

30.IV.73. Nota. Me encuentro un texto en la página 166 que escribió Salvador a propósito de las primeras fotos que le hice a Robin:

“La mujer y el mono”

La figura llamada “la mujer y el mono” ocupa una basta zona de la cultura y del arte. Oriente y Occidente lo consagran, por igual. Una atención que se traduce en grandes obras de la literatura. Abundan en todas las culturas las representaciones del simio, casi siempre asociado a la mujer desnuda, como un comentario velado acerca de la desnudez del hombre y, más generalmente, como un gesto irónico de la actitud del hombre ante la mujer desnuda. Leonardo da Vinci, Durero, Pisanello nos han legado changos y mujeres inmortales, igual que Hokusai y Seshu. Casi nadie había juntado los dos polos del origen de las especies en una fotografía hasta ahora.

Hago este texto para las fotos de Robin que tomó Paulina.

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