Cuando teníamos vacaciones, Salvador y yo, casi siempre, preferíamos viajar a Veracruz. Nos subíamos a nuestro “vocho”, que yo manejaba, y enfilábamos por la carretera a Puebla, solos, en pareja, sin miedo, libres. Nos deteníamos primero en Río Frío a comer tacos. Salvador conocía cada lugar y, entusiasmado, me contaba sus historias o me ilustraba con datos... “Ahora viene el puente del Emperador y luego Huejotzingo, donde hacen la sidra , en Acutzingo hacen las espuelas de los charros”, solía decirme.

Luego comíamos en Puebla, donde pernoctábamos para continuar al día siguiente hacia Orizaba y Córdoba, donde comíamos y tomábamos nuestro primer “Mint-julep”. Llegábamos por la tarde-noche al Puerto y nos hospedábamos en el Hotel Mocambo. De inmediato nos íbamos al Centro, a la Plaza de Armas, a bailar danzón al son de las marimbas… Hago memoria, esta vez, del maravilloso estado de Veracruz, donde pasé días increíbles, y que actualmente está tan lastimado por cleptocracia y avaricia de sus gobernantes y al que, francamente, da miedo visitar hoy por la inseguridad reinante.

Salvador Elizondo escribe Cuaderno de Diario número 24, páginas 361, 362 y 363 (extractos)

Puebla, 22-XII-69.— Hemos salido de México a las 3 de la tarde. En el camino hasta Puebla por la vieja carretera, a partir de Río Frío, había un doble crepúsculo (como en la Invención de Morel)* de la luna que sale por La Malinche**, exactamente de frente al sol que se mete detrás del Popocatépetl, en cuyo cráter se ha atorado una nube desgarrada que parece un penacho o una fumarola atrapada. Llegando a Puebla nos hospedamos en Hotel Colonial frente a la iglesia de La Compañía (…)

Fortín. 23 XII-69.— Salimos de Puebla por la mañana. Carretera a Orizaba. Viaje presidido por la mirada blanca del Citlatépetl. Un recuerdo de Von Humboldt, que la escaló. Una montaña de proporciones maravillosas. Orizaba, la ciudad en el fondo de un abismo esplendoroso. La Cumbres de Acutzingo, espectáculo prodigioso. Todo quizás cabe en esa mirada desde esa altura. Ha sido un día magnífico. Luz más clara que la verdad. Paisajes fantásticos. Como si la mirada no fuera capaz de abarcar tanto (…)

*Novela de Adolfo Bioy Casares 

**Montaña camino a Puebla

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